Casi todos los organismos internacionales y gran número de políticos de diversos países empiezan a advertir sobre una inminente catástrofe alimentaria mundial.

Tras iniciar el conflicto armado entre Rusia y Ucrania, la ONU señaló que es probable que todos los países enfrenten escasez de alimentos.

Obviamente, en una guerra la agricultura y el comercio de los países involucrados se ven afectados. El artículo de portada del semanario The Economist del 21 de mayo señala que Rusia y Ucrania proveen conjuntamente el 28% de las exportaciones mundiales de trigo, el 29% de las de cebada, el 15% de las de maíz y el 75% de las de aceite de girasol.

Hay que añadir que el 20% de los fertilizantes proviene de Rusia, y que, debido a las sanciones económicas impuestas sobre dicho país, éste ha quedado prácticamente expulsado del comercio occidental. Entonces muchos grandes agricultores ya no querrán sembrar porque no es costeable hacerlo sin fertilizar con agroquímicos.

Sin embargo, ni la crisis de los fertilizantes ni la crisis alimentaria partió del conflicto ruso-ucraniano, iniciado en febrero de 2022; esta guerra más bien llegó para ser “la cereza del pastel” que ha coronado el desastre que se cocinaba desde tiempo atrás por los más variados factores, algunos naturales y otros gestados por el hombre.

En noviembre de 2021 el cierre de las fábricas de un importante productor europeo de fertilizantes químicos ya preludiaba la pérdida de cosechas, la escasez de alimentos y una gran inflación.

Igual contribuyeron: las parálisis económicas por los confinamientos mundiales decretados frente al covid; la “crisis de los contenedores”, consistente en el bloqueo de la entrega de mercancías en los puertos, afectando toda la cadena mundial de suministros; o la crisis del petróleo y el gas natural, que en combinación con un invierno especialmente severo agotó las reservas energéticas en Europa, mientras que China se vio en necesidad de aplicar el racionamiento de energía en todo el país y el cierre de muchas fábricas.

Con todo esto, la inflación se fue instalando progresivamente en el mundo y no se detiene.

¿Es algo deliberado?

Algunos creen que en parte es una hambruna planificada, pues es difícil entender algunas acciones aplicadas en 2021, cuando la crisis ya era evidente. Entre ellas, que Reino Unido aumentó en un 25% el sacrificio de cerdos debido a un exceso de este ganado; que en Estados Unidos el Departamento de Agricultura presionó a un buen número de agricultores para destruir sus cosechas, pagándoles el gobierno 1.5 veces el valor de éstas, pero amenazando a todos con perder los subsidios agrícolas en el caso de oponerse; o que en algunos otros países las autoridades hicieran destrucciones similares, pero pagando hasta dos o tres veces el valor de las cosechas.

También en 2022 se han dados acciones preocupantes: el gobierno británico está pagando a agricultores para que abandonen el trabajo; y varias grandes fábricas procesadoras y/o de distribución de alimentos en Estados Unidos se han incendiado o explotado, en lo que parecieran actos de sabotaje.

Sea como sea, la gente de a pie, en todos los países, está siendo afectada. Basta con ir al mercado o al supermercado para darse cuenta de que, semana a semana, los precios suben, y que no siempre es posible encontrar la mercancía que se está buscando. Luego entonces, es tiempo de prepararse ya, desde los hogares, con medidas sencillas, pero sin acaparar, cuidando los recursos y siendo ingeniosos.

TEMA DE LA SEMANA: “LA CRISIS ALIMENTARIA ES REAL: ¿QUÉ PODEMOS HACER?»

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 5 de junio de 2022 No. 1404

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