Por José Ignacio Alemany Grau, obispo
Quiero empezar recordando, con ustedes, el bautismo de cada uno de nosotros, con las palabras que san Gregorio Nacianceno repetía a sus bautizados:
«Los confío a la Santísima Trinidad. Por ella los introduciré, dentro de poco, en el agua y los sacaré de ella. Se la doy como compañera y patrona de toda su vida».
En efecto, nuestro bautismo se realizó con estas palabras, según el mandato de Jesús:
«Yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo».
La liturgia de hoy que pertenece a la solemnidad de la Santísima Trinidad, en el ciclo C, nos invita a meditar en unos párrafos bíblicos que nos llevan a entrar con el corazón en el misterio trinitario.
Proverbios
Nos habla de la sabiduría de Dios. En la reflexión de esa sabiduría los Santos Padres han visto una referencia directa a la segunda Persona de la Santísima Trinidad, de quien se dice que es la Sabiduría del Padre.
En efecto, podemos leer este pasaje pensando que todo lo que dice se refiere al Verbo encarnado, sobre el que leemos en Jn 1,3: «Por medio de Él se hizo todo y sin Él no se hizo nada de cuanto fue hecho».
Es interesante que los proverbios digan que la sabiduría «jugaba con la bola de la tierra, gozaba con los hijos de los hombres», como haciéndonos imaginar que el Hijo estaba jugando con la bola de la tierra, como un niño juega con la obra que está haciendo su padre.
Les invito a leer este hermoso párrafo de la liturgia de hoy refiriéndolo al Verbo de Dios.
Salmo 8
El salmista canta la gran belleza de la creación de Dios y nos invita a meditar en su grandeza:
«Cuando contemplo el cielo obra de tus dedos, la luna y las estrellas que has creado, ¿qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano para darle poder?»
A continuación, canta la grandeza del hombre creado por Dios, «coronado de gloria y dignidad».
A este hombre Dios le da el poder sobre la creación, como nos enseña también el Génesis.
San Pablo
El apóstol nos invita a tener presente a la Santísima Trinidad reflexionando sobre las tres virtudes teologales:
Por la fe hemos recibido la justificación que nos pone en paz con el Padre.
Esta fe nos ha llevado a la esperanza que nos da el sacrificio del Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Y esta esperanza no defrauda porque «el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que se nos ha dado».
Verso aleluyático
Nos pide que alabemos a la Santísima Trinidad con las palabras que tantas veces hemos repetido con la Iglesia:
«Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo, al Dios que es, que era y que viene».
Evangelio
El Evangelio de hoy nos enseña lo que debemos esperar de cada una de las tres divinas Personas:
El Padre enviará al Espíritu Santo.
El Hijo, Él mismo, ya les dio durante toda la vida el mensaje (el Evangelio) que traía del Padre.
Por su parte, el Espíritu Santo llevará a los suyos hasta la verdad plena.
La enseñanza más profunda de hoy es conocer que todo está en común entre las tres divinas Personas y que las tres son la única divinidad.
Recordemos una vez más hoy que «todo es común en la Trinidad excepto la relación de Personas; es decir, que el Padre engendra al Hijo. Que el Hijo es engendrado por el Padre y el Espíritu Santo procede del amor del Padre y del Hijo».
Quiero terminar compartiendo con ustedes este número del Catecismo Católico que considero muy importante para toda familia cristiana:
«Para la oración personal el lugar favorable puede ser un “rincón de oración”, con las Sagradas Escrituras e imágenes, a fin de estar “en lo secreto” ante nuestro Padre (ver Mt 6,6). En una familia cristiana este tipo de pequeño oratorio favorece la oración común» (CIC 2691).
Si no lo tienes ya, reserva un lugar tranquilo dentro de tu casita para hacer oración tú solo y con los tuyos.
Imagen de Dorothée QUENNESSON en Pixabay