Fue en 1987 cuando la Comisión Mundial sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo introdujo en el lenguaje socioeconómico los términos sustentabilidad y desarrollo sustentable. Así lo definió:
“El desarrollo sustentable hace referencia a la capacidad que haya desarrollado el sistema humano para satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer los recursos y oportunidades para el crecimiento y desarrollo de las generaciones futuras”.
Guerra contra la carne
Con esto como fondo, se ha desatado una especie de guerra contra la ganadería.
Por ejemplo, Joe Biden expresó el año pasado su deseo de que los estadounidenses reduzcan en un 90% su consumo de hamburguesas de carne roja; y la sueca Greta Thunberg asegura que, si no nos volvemos vegetarianos, “la próxima pandemia podría ser mucho, mucho peor” (¿?).
Carne sintética
Por su parte, Bill Gates es accionista mayoritario de la empresa Beyond Meat, pionera en desarrollo de carne artificial, y de Impossible Foods, que produce imitación de carne mediante proteína de soya. También es socio de Jeff Bezos, presidente de Amazon, y de Al Gore, ex vicepresidente de EU, con quienes fundó Nature’s Fynd, que comercializa lácteos y carne sintéticos, de sabor extraño.
Como promoción de su nuevo negocio, Gates ha afirmado que “todos los países ricos deberían pasar a consumir 100% carne sintética”, y hasta propone introducir legislaciones que acaben con el consumo de carne animal.
El gobierno de Holanda comenzó en 2021 dando dinero a los ganaderos que decidían cerrar sus establos, pero los Ministerios de Finanzas y Agricultura han hablado hasta de expropiar las granjas a fin de reducir rápidamente las emisiones de nitrógeno. Y la Unión Europea ha publicado informes donde plantea encarecer artificialmente el precio de la carne.
En busca de solución
Los argumentos de las diferentes posturas ideológicas que claman por el final de los alimentos de origen animal son de lo más variados: dejar de consumir grasas saturadas porque son “malas”, defender los “derechos” de los animales, “evitar” el cáncer, hacer frente a la falta de alimentos que traerá la “explosión” demográfica, ahorrar agua, reducir las emisiones de carbono a la atmósfera, etc.
Pero hay que tener cuidado; ya ha ocurrido en el pasado que muchas cosas ingeribles que habían sido catalogadas como buenas o, como perjudiciales, con el tiempo resultaron ser al revés.
La ONU considera que el 14.5% de los gases de efecto invernadero son causados por la ganadería, y que producir un kilogramo de carne implica el uso de una enorme cantidad de agua. Pero obligar a la humanidad a hacerse vegana, o a que forme parte de un experimento alimentándose de carne sintética de la cual no se conocen sus efectos en la salud a largo plazo, no deja de ser un peligro frente al que conviene buscar otra solución. Y precisamente la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) ya viene impulsando una desde 2013:
La producción de insectos comestibles como solución para lograr una alimentación sustentable.
Los insectos contienen una gran cantidad de proteína y otros nutrientes, y pueden alimentarse con desechos agrícolas, lo que es una gran ventaja. Además, se requiere mucha menos agua para generar una cantidad equivalente de proteína de insecto que de proteína de res u otros animales.
TEMA DE LA SEMANA: “LA ALIMENTACIÓN DE AYER PUEDE SER LA DE MAÑANA”
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 29 de mayo de 2022 No. 1403