Por P. Fernando Pascual
En muchos países del mundo la donación de sangre se hace de modo anónimo. El donador (o donante) no conoce quiénes sean las personas que reciben ayuda gracias a esa sangre que puede ofrecer periódicamente.
Por eso, para promover más el gesto de donar sangre por parte de quienes gozan de salud, puede ser bueno conocer algo sobre los que reciben la sangre (glóbulos rojos, plaquetas o plasma).
Hace años se publicó en Italia el hermoso saludo de una joven llamada Giusy Fiorica, enferma de talasemia. Giusy murió cuando tenía 30 años, en marzo de 1992.
Giusy, como tantas otras personas que sufren la talasemia, pudo mantenerse en vida durante años gracias a decenas y decenas de donadores anónimos.
Aquí traducimos al español el saludo de esta joven italiana, que muestra su gratitud a quienes la ayudaron en el camino de su corta vida.
“Hola donante,
rostro desconocido a mis ojos
pero muy querido por mi corazón:
dentro de mí también hay un poco de ti,
periódicamente tu sangre
fluye en mi corazón.
Es una espléndida simbiosis la nuestra:
si tú estás bien yo también estoy bien,
y si yo estoy bien tú eres feliz.
Pero, ¿qué puedo darte
por un regalo tan grande como el tuyo?
¿Qué puedo darte…?
Sabes, los actos más grandes
no son los del heroísmo,
sino los que son como el tuyo:
pequeños pero al mismo tiempo grandes,
al menos a mis ojos
y a los de cientos de jóvenes como yo.
¡Me gustaría poder abrazar
a todos mis hermanos de sangre,
hombres y mujeres desconocidos!” (Giusy Fiorica)