Por Rebeca Reynaud
¿Por qué quiero sentirme amado? ¿Qué hay en mí que me impulsa al amor? El ser humano se arregla, se viste del modo que le parece más adecuado y sale a buscar a quien amar.
Los seres humanos deseamos ardientemente amar y ser amados. Y se nos olvida que somos muy amados por el Creador del Universo. Dios te quiere y tú no lo sabes. Deja que Dios entre en tu vida. Tu naturaleza está rota y el Señor te quiere sanar. El ser humano quiere riquezas y disponer de ellas. Queremos ser autosuficientes sin Dios. Nos ponemos caretas, y cuando el Señor nos recuerda nuestra identidad, queremos hacer nuestra voluntad y no la Suya. Vives cuando Dios sana tu corazón, y todos los anhelos que tu corazón reclama está en el camino de conversión, cuando dejamos que Dios entre en nuestro corazón.
Nuestra verdad y nuestra primera identidad es que somos hijos amados por Dios.
Las mentiras que dice el mundo es que tú vales por quien eres o por lo que tienes. Dios nos dice: “Deja tus mentiras de identidad y déjame sanarte”.
Chesterton, periodista inglés, dice que él tenía muchos prejuicios sobre la Iglesia Católica. Investigó para saber si esos prejuicios eran fundados o infundados, y cuenta que, quedó prendado por la luz que encontró. Añade que cuando entramos a una Iglesia se nos pide que dejemos el sombrero, no la cabeza.
Nuestro corazón y nuestra cabeza nos piden apertura para encontrar nuestra verdadera identidad. Tenemos el deber de comprender quién en Jesús. Cuando alguien entra en un burdel, quizás no lo sabe, pero busca a Dios. El Padre quiere abrazarnos y que estemos bien con Él. Estamos hechos para la grandeza.
No eres perfecto, pero Dios te hizo único y especial. Hay que quitar aquellas cosas que se nos vayan pegando y que nos impiden ir a Él.
¿Cuál es el mayor Tesoro que se encuentra albergado en los Templos? La Eucaristía, Víctima propiciatoria por la humanidad. Dios quiere que renovemos el fervor eucarístico. Quizás más adelante, aprenderemos a hacer la oración con el tabernáculo vacío, en la máxima soledad. Es tiempo de reconciliarnos con todos a los que el corazón pueda guardar algo de rencor.
El Reinado de Cristo será eucarístico. ¡Comienza la batalla por la Eucaristía! Empieza una batalla nunca vista antes. Los sacrilegios se están sucediendo. ¿Por qué profanar al Santísimo si dicen que allí no hay nada más que pan? Porque hay posesos en el alma o en el espíritu que sí creen en la presencia real de Jesús allí. Todas las profanaciones atraen sobre nosotros las desdichas, por eso hemos de defender la Eucaristía.
El Maligno ha esperado este periodo de enfriamiento en los corazones, de falta de fe, para venir a profanar. Hay muchas deserciones en esta hora.
Están desviando nuestra atención para que creamos que la batalla dentro de la Iglesia está en otras cosas, pero la batalla está en la Eucaristía. Ahora que se puede, hemos de acudir a las Iglesias a adorar a Dios presente en el Pan eucarístico, a reparar y a amar. Para ello se nos pide limpieza de vida y lucha por ser agradables a Dios.
Tenemos que aumentar nuestra oración pues estamos en plena guerra espiritual. Dios quiere una relación personal con cada uno, no dejemos extinguir el fuego del Espíritu Santo. A nivel espiritual las potencias infernales son inmensas, y con nuestras pobres fuerzas humanas no podemos vencerlas, hemos de recurrir a la fe, a la oración y, con una vida entregada a Dios, venceremos.
Si quieres profundizar, ayuda mucho leer las Confesiones de San Agustín.