Por P. Fernando Pascual

Se difunde la noticia: los amarillos asesinaron a decenas de civiles de los naranjas. En seguida, algunos “responden” que antes los naranjas habían asesinado a soldados amarillos que se habían rendido.

Este tipo de acusaciones y contraacusaciones responde a motivos diversos. Uno, bastante claro, consiste en la queja al constatar que se condenan los delitos de unos mientras se ocultan los delitos de otros.

Otro motivo, turbio y poco noble, radica en un esfuerzo propagandístico por denigrar a los adversarios y justificar a los amigos.

Es cierto que hay que defender la justicia, y que la justicia hay que colocarla en una visión de conjunto, en la que se censuren los delitos de todos, amarillos, naranjas y de quienes, directa o indirectamente, participan en un conflicto armado.

Por eso hace falta promover una justicia contextualizada, en la que se comprenda la situación desde la mirada hacia los combatientes de cada lado y hacia sus acciones concretas.

Pero defender una justicia contextualizada sería dañino si llevase a pensar que los crímenes de unos contendientes estuvieran “justificados” como respuesta a los crímenes de los adversarios.

Nunca los delitos de un grupo humano pueden justificar los delitos de otro grupo humano. Algunos dirán que el primer grupo sería la causa de la reacción del otro grupo, cuando en realidad ser la causa o la excusa no otorga un derecho a la venganza contra inocentes.

Una reacción injusta siempre será injusta: nunca puede convertirse en excusa para dañar a civiles, para asesinar a prisioneros, para destruir edificios o cosechas, para expulsar de sus hogares a la gente.

Frente a tantos que suponen, consciente o inconscientemente, que en una situación de guerra sería aceptable devolver golpe por golpe, hay que promover una cultura de la paz y la justicia, en la que cuanto antes se busque detener el uso de las armas, y se castigue adecuadamente a quienes cometan agresiones contra inocentes, que nunca podrán ser defendibles como “reacción” a los delitos cometidos por el enemigo.

En un mundo donde dominan tantas mentiras, donde la verdad, según el dicho, es una de las primeras víctimas de toda guerra, hace falta defender la justicia de modo incondicional, sobre todo para que se garantice la vida y la integridad de los inocentes.

Imagen de Edward Lich en Pixabay

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