El Papa ha vuelto a pedir perdón «por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista»

La fe en Cristo sólo puede proclamarse «en la libertad y en la caridad», como desea el propio Cristo. Cuando se renuncia a este rasgo de gratuidad, y se quiere «inculcar a Dios en las personas» imponiéndose como postulado del «propio modelo cultural», se traiciona la dinámica del Señor que «no obra así, él no obliga, no sofoca ni oprime; sino que ama, libera, deja libres».

Así, el Papa Francisco ha repetido en términos sencillos y claros que el trabajo de la Iglesia se vuelve fructífero sólo si refleja la atracción de la Gracia de Cristo y tiene como fuente su Santa Cruz. El Pontífice ha reiterado las connotaciones propias de la misión apostólica en algunos pasajes clave de los dos discursos pronunciados el lunes 25 de julio, en el segundo día de su visita apostólica a Canadá. Un viaje vivido y presentado por el propio Papa como una «peregrinación penitencial», realizado con la intención de encontrarse con los pueblos nativos de Canadá, y tratar de iniciar con ellos caminos de reconciliación y sanación, tras el resurgimiento de dolorosos acontecimientos pasados en los que los organismos y las prácticas eclesiales habían estado implicados en los procesos de desarraigo, sometimiento y homologación impuestos a la población nativa por el sistema social canadiense.

Petición de perdón

En Maskwacìs, en el primer encuentro público con representantes de los pueblos originarios – First Nations, Métis e Inuit -, el Papa ha vuelto a pedir perdón «por la manera en la que, lamentablemente, muchos cristianos adoptaron la mentalidad colonialista de las potencias que oprimieron a los pueblos indígenas». En particular, refiriéndose a la historia canadiense, el Pontífice ha pedido perdón, por el modo en el que muchos miembros de la Iglesia y de las comunidades religiosas cooperaron en esos proyectos de destrucción cultural y asimilación forzada de los gobiernos canadienses de la época, a través del sistema de las escuelas residenciales.

A partir del siglo XIX, y hasta 1970, unos 150.000 menores pertenecientes a comunidades nativas canadienses fueron enviados a asistir a internados fundados por el Estado y encomendados en gran medida a congregaciones religiosas católicas e institutos misioneros. Aunque muchos misioneros trabajaron en las escuelas con espíritu de caridad, el Papa ha reconocido que «las consecuencias globales de las políticas ligadas a las escuelas residenciales han sido catastróficas» y la participación, aun cuando generosa y atenta, de los misioneros en el proyecto de asimilación deseado por los gobiernos «fue un error devastador».

Buscar la reconciliación

Dirigiéndose a los representantes de los pueblos nativos, el Papa ha descrito el recuerdo de las devastadoras experiencias en los internados como un acto doloroso pero necesario, aunque esté destinado a reabrir antiguas heridas. Este acto de recuerdo, y la misma petición de perdón papal –ha sugerido el Pontífice-, no son en sí mismos puntos de llegada y operaciones de imagen, sino que pueden convertirse en el primer paso para iniciar procesos de reconciliación y de sanación de la memoria, mirando al futuro. Un camino de sanación – ha añadido el Papa – en el que «no bastan nuestros esfuerzos para sanar y reconciliar», es necesaria la gracia de Cristo, la sabiduría del Espíritu Santo, «la ternura del Consolador».

A la obra reconciliadora de Cristo se han dedicado los pasajes más intensos del discurso del Papa Francisco en Edmonton, dirigiéndose a los miembros de los pueblos indígenas y a otros de la comunidad señaló: «Porque no se puede anunciar a Dios de un modo contrario a Dios», y en cambio a veces «nosotros tenemos la tentación de imponerlo y de imponernos en su nombre. Es la tentación mundana de hacerlo bajar de la cruz para manifestarlo con el poder y la apariencia. Pero Jesús reconcilia en la cruz, no bajando de la cruz». La reconciliación realizada por Cristo – ha dicho el Pontífice, entre otras cosas – «no fue un acuerdo de paz exterior, una especie de compromiso para contentar a las partes. Tampoco fue una paz caída del cielo, que llegó por imposición de lo alto o por absorción del otro.

(Con información de la Agencia Fides)

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 31 de julio de 2022 No. 1412

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