Reflexión homilética del 21 de agosto de 2022
En este domingo estamos invitados a la parusía, a cuya felicidad Dios nos llama para que gocemos eternamente con Él.
Isaías
El capítulo 66 de Isaías nos lleva a meditar el fin de la parábola del Evangelio de hoy.
Según el profeta, Dios «vendrá a reunir a las naciones de toda lengua» para que puedan ver la gloria del Señor.
En el párrafo se unen la grandeza de Dios y la grandeza de la ciudad santa, Jerusalén, hacia donde vienen trayendo toda clase de ofrendas y bendiciones.
Salmo 116
Se trata del salmo más corto de todos y que, sin embargo, es una invitación para que todas las naciones se unan en la alabanza del Creador:
«Alabad al Señor todas las naciones; aclamadlo todos los pueblos».
Carta a los hebreos
Se trata de un interesante párrafo muy conocido, en el cual se nos recuerda la importancia de la corrección: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor».
La motivación es muy clara e importante: «El Señor reprende a los que ama y castiga a sus preferidos».
Por consiguiente, la corrección directamente del Señor o a través de nuestros padres y educadores, es una prueba del amor que nos tienen y del futuro que nos desean, porque si es cierto que «ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que duele; pero después de pasar por ella nos da como fruto una vida honrada y en paz».
En nuestra sociedad, muchas veces, se rechaza la corrección por el orgullo de creernos perfectos y de que no necesitamos que nadie nos corrija. Pero, lamentablemente, los frutos que observamos revelan el declive de nuestra sociedad.
Verso aleluyático
Nos recuerda, una vez más, estas palabras con las que Jesús se define a sí mismo:
«Yo soy el camino y la verdad y la vida».
Qué importante es tenerlo en cuenta, porque solamente a través de Jesús se puede llegar al Padre.
Evangelio
San Lucas, como de costumbre, va acompañando a Jesús y a los suyos en el camino hacia Jerusalén. Se entiende hacia el holocausto final.
Por el camino, uno le pregunta:
«¿Señor, serán pocos los que se salven?»
La verdad que es un poco negativa la pregunta.
La respuesta de Jesús es más interesante porque huye la respuesta con una invitación: Aquí de lo que se trata es de esforzarse «en entrar por la puerta estrecha».
Y a continuación, la respuesta indirecta de Jesús está bien clara: Hay que estar preparados para entrar a tiempo mientras esté abierta la puerta, porque «cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta os quedaréis fuera» y no habrá forma.
Jesús nos presenta a los que se han quedado fuera del reino dando gritos y explicaciones:
«Hemos comido y bebido contigo. Tú has enseñado en nuestras plazas».
La respuesta del Señor es muy dura:
«No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados».
Tengamos en cuenta que no nos da la seguridad del cielo el haber escuchado al Señor y comido con Él.
Se trata de la verdad de la vida.
Aquí se une la lectura de Isaías de hoy con el evangelista:
«Vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur y se sentarán a la mesa en el reino de Dios».
Por eso, termina Jesús diciendo que hay muchos que encontraron el reino a última hora y serán los primeros.
La respuesta que no ha dado Jesús, para nosotros ahora sí está clara: se salvarán todos los que entren en el reino a su debido tiempo.
Aprovechemos mientras es posible la salvación que Jesús nos regala.
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