Por Jaime Septién

En una de las misas que sostuvo en su viaje penitencial a Canadá, el Papa Francisco volvió a tomar la figura de Santa María de Guadalupe como modelo para superar todas las divisiones y desencuentros producto de la soberbia humana. La Virgen fue la catalizadora de que el choque entre dos culturas se convirtiera en un encuentro. Y, claro, los misioneros que anunciaban el amor fueron los que hicieron posible que el acontecimiento guadalupano se esparciera por el nuevo mundo.

“Durante los dramas de la conquista, fue Nuestra Señora de Guadalupe la que transmitió la recta fe a los indígenas, hablando su lengua, vistiendo sus trajes, sin violencia y sin imposiciones. Y, poco después, con la llegada de la imprenta, se publicaron las primeras gramáticas y catecismos en lenguas indígenas. ¡Cuánto bien han hecho en este sentido los misioneros auténticamente evangelizadores para preservar en muchas partes del mundo las lenguas y las culturas autóctonas!”

Hoy nos toca a nosotros, a cada uno de los que nos decimos guadalupanos, hacer vivo el lenguaje del encuentro. México está brutalmente dividido. Dos bandos han sido construidos, concienzudamente, desde Palacio Nacional. Y los dos están convencidos que son enemigos. Ella es nuestra Madre, pero también los hijos debemos responder con acciones y palabras, con ardor y nuevos métodos, para vencer el “misterio del mal”.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de agosto de 2022 No. 1413

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