Por José Antonio Varela Vidal
Muy cerca de mi lugar de trabajo en Madrid, hay un convento de clausura, cuyas religiosas conforman una congregación que no se empeña en nada mejor, que orar por los sacerdotes o “presbíteros”, como sería más apropiado llamarlos.
Es decir, ellas rezan para que haya más pastores con “Cara de pascua” y menos, con “Cara de cuaresma”, tal como los compara el papa Francisco.
Nos referimos a las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, fundadas en Madrid en 1938 y que han extendido su presencia en las ciudades españolas de Salamanca, Huelva, Valencia, Toledo y en la Prelatura de Moyobamba (Perú).
“Han escogido la mejor parte, que no se la quitarán”, pues desde el principio fueron fundadas e impulsadas con determinación por el hoy venerable obispo español, José María García Lahiguera, que sería obispo en Madrid, Huelva y Valencia, hasta su fallecimiento en el año 1989.
A través de una amable gestión de mi jefe, el padre Evaristo,’ pudimos conocer en el locutorio del monasterio a la Superiora General de la congregación, madre María Teresa López-Orozco.
Pero no estaba sola. La acompañaba la madre María Eugenia Vigil, Consejera General y encargada de los procesos de beatificación del fundador y de la cofundadora, madre María del Carmen Hidalgo de Cavieses, fallecida en el año 2001.
El torno del convento también giró a nuestro favor, para que una de las hermanas porteras nos alcanzara una refrescante limonada, que colmó de hospitalidad el primer encuentro.
Celebrar la fiesta
El celo por la santificación de los sacerdotes de estas religiosas, hunde sus raíces también en las actas del Concilio Vaticano II, las cuales recogen el irrebatible pedido de monseñor García Lahiguera, quien sugirió allí mismo “Instituir la fiesta litúrgica de Jesucristo, Sumo y Eter- no Sacerdote”.
Por ello, los esfuerzos y sacrificios del obispo, aún con detrimento de su salud, estuvieron dedicados a convencer a los sacerdotes y obispos, de que dicha fiesta, permitiría tener muy presente que los corazones de los sacerdotes “deben estar configurados al Corazón de Cristo”.
La congregación -nos explica la madre general-, vive, actúa, reza y difunde para que el sacerdote, antes que todo, “mantenga una amistad con Cristo, a través de la intimidad de la oración”.
Este elemento es vital en la comprensión del carisma de las hermanas Oblatas, pues tienen muy claro que, de un corazón así, forjado en la intimidad con Cristo, brotarán los mismos deseos e intereses del Señor y se multiplicarán los talentos…
Por eso la madre María Teresa tiene muy presente lo que dijo el papa Francisco, de que el pastor debe “oler a ovejas”. Esto es algo que desde la congregación se interpreta como “vivir muy cerca al pueblo, nunca alejado de su pueblo; sino siempre preparado para darse y dejarse comer por la gente”.
Mediar entre el cielo y la tierra
A las religiosas Oblatas de Jesús Sacerdote les gusta mucho acompañar, con su oración, el ministerio que ejercen los sacerdotes a través del sacramento de la reconciliación.
“De este modo, el ministro no solo se acerca a las almas para curar sus heridas, sino que es una ‘fuente insustituible’ de gracia, a través de la cual transmite de modo exclusivo, por su ministerio, al Espíritu Santo, que reintegra la dignidad al pecador”. La madre general lo dice con tanta unción, que motiva a cualquiera a buscar pronto un confesor…
“Ven y verás”
Al sonar la campana, que es la voz de Dios para una religiosa, no se despidieron sin dejarnos ambas un mensaje para las jóvenes, que se proponen entrar a la vida monástica: “Aquí está la plenitud de la vida, porque la vida contemplativa es vivir en intimidad con Cristo, desde el corazón de Cristo, hacia la plenitud de la vida de la Iglesia”.
Y les ofrecen también esta certeza: “Cristo nos ha cautivado y esto nos hace orar y velar por los sacerdotes y seminaristas. Nos entregamos a ello, porque sabemos que Jesús está ansioso por que los sacerdotes alcancen la santidad, pues sin ellos, no estaría el Cristo real entre nosotros”.
Estos y otros motivos nos convencen de que el mensaje del venerable José María García Lahiguera y de la sierva de Dios, María del Carmen Hidalgo de Caviedes, fundadores ambos de la congregación de las Hermanas Oblatas de Cristo Sacerdote, está más vigente y urgente que nunca.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de septiembre de 2022 No. 1419