Por P. Fernando Pascual
Pocos meses antes de su muerte, Pablo VI pronunció un hermoso discurso a los sacerdotes de la diócesis de Roma. Ese discurso puede ser leído como dirigido a todos los sacerdotes del mundo, también en nuestros días.
El Papa quería profundizar en lo que significa la vocación sacerdotal, que permite responder a la pregunta sobre quién soy yo, cuál sea la propia identidad, qué significa ser sacerdote.
La pregunta fue formulada en un ambiente difícil, cuando no pocos sacerdotes dejaban el ministerio, o vivían con dudas e inquietudes sobre la propia identidad.
El camino para responder se encontraría en el recuerdo de la propia vocación, en el abrir los ojos interiores ante la llamada de Dios, con toda su belleza. El Papa lo decía con estas palabras, referidas al momento de la vocación:
“¿Cómo fue? Cada uno se lo repita a sí mismo. No fue ciertamente un momento fácil. La conciencia del sacrificio no estuvo ausente en el cálculo decisivo y prevalente de la elección suprema del género de vida preferido: preferido como inmolación voluntaria, victoriosa frente a las renuncias que llevaba consigo, y extrañamente amada justamente por la amargura que le llenaba el corazón”.
Luego Pablo VI explicaba esas dos “voces” que caracterizan la experiencia del ser llamado por Dios. Una interior, personalísima: “¡Ven! ¡Ten confianza! ¡Este es el camino de tu verdad!”.
Luego otra voz, exterior, que se puede concretar en la boca del obispo: “¡Tú puedes, tú debes! Voz que se repite en labios afables, respetuosa siempre de la decisión que brota de la libertad personal, pero revestida ya de una autoridad que ahuyenta toda vacilación, toda duda”.
A través del recuerdo, cada sacerdote puede revivir ese camino único, con el Señor, que permite comprender un poco mejor la propia historia en el seguimiento de Cristo. Así lo explicaba el Papa al exponer el porqué de estas reflexiones:
“En torno a ellas cada uno de nosotros puede rehacer la historia de su vocación. Cada uno tiene su propia historia a este respecto; un drama personal; es una página autobiográfica que cada uno de nosotros debe recordar, reconstruir, venerar”.
Luego, el Papa invitaba a los sacerdotes a recordar su condición de “Alter Christus”, su carácter imborrable, que implica crucificarse con Cristo, de modo que sea posible asemejarse a Él.
Estas palabras de Pablo VI sirven, después de tantos años, para renovar ese “don y misterio” (según dos palabras que unidas dan título a un libro sobre el sacerdocio escrito por Juan Pablo II) que envuelven y hacen bellas las vidas de tantos sacerdotes entregados con alegría y amor a su ministerio en la Iglesia.
(El discurso de Pablo VI aquí citado fue pronunciado el 10 de febrero de 1978. La versión española se encuentra en www.vatican.va, y aquí se ofrece con alguna pequeña corrección).
Imagen de Mart Production en Pexels