Un verdadero y característico acto de entrega a los arcángeles Miguel, Rafael y Gabriel para que nos ayuden en la lucha contra las seducciones del diablo, nos lleven las buenas nuevas de la salvación y nos tomen de la mano para no que no tomemos el camino equivocado en la vida, cooperando así «al plan de salvación de Dios». Es la oración pronunciada por el Papa en la misa celebrada en la capilla de la Casa Santa Marta, el viernes, 29 de septiembre de 2017, día de la fiesta de los santos arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
«En la oración del principio de la misa —señaló Francisco inmediatamente— hemos rezado así: “oh, Dios que llamas a los ángeles y a los hombres a cooperar en tu plan de Salvación, concédenos, a nosotros, peregrinos en la tierra la protección de los espíritus bienaventurados, que en el cielo están frente a ti para servirte y contemplan la gloria de tu rostro”».
«Algo que llama la atención desde el inicio —explicó el Papa— es que los ángeles y nosotros tengamos la misma vocación: cooperar en el plan de salvación de Dios; somos, por decirlo así, “hermanos en la vocación». Los ángeles «están frente al Señor para servirlo, para alabarlo y también para contemplar la gloria del rostro del Señor: los ángeles son los grandes contempladores, contemplan al Señor; sirven y contemplan. Pero el Señor también los envía para acompañarnos en el camino de la vida».
«Hoy celebramos el día de tres de estos arcángeles —afirmó el Pontífice— porque han tenido un papel importante en la historia de la salvación. Y conmemoramos a estos tres porque también tienen un papel importante en nuestro camino hacia la salvación».
Comenzando por «Miguel —el gran Miguel— el que hace la guerra al diablo», explicó el Papa refiriéndose al pasaje del Apocalipsis (12, 7-12) propuesto por la liturgia y subrayando: «Al final, cuando el dragón combatía contra Miguel, cuando ganó, el texto dice así: “el gran dragón, la serpiente antigua, el llamado diablo y Satanás, el seductor del mundo entero; fue arrojado a la tierra”». El diablo es «nuestro enemigo» y ésta, explicó el Pontífice, es «una visión del fin del mundo, pero , mientras tanto molesta, molesta en nuestra vida: siempre busca seducir, como sedujo nuestra madre Eva, con argumentos convincentes: “come el fruto, te hará bien, te hará conocer tantas cosas”». Y así «comienza, como la serpiente, a seducir, a seducir y después, cuando hemos caído, nos acusa delante de Dios: “es un pecador, ¡es mío!”».
Por lo tanto, dijo Francisco, «”este es mío” es precisamente la palabra del diablo, nos gana con la seducción y después nos acusa delante de Dios: “es mío, a este lo llevo conmigo”». Y «Miguel le hace la guerra, el Señor le pidió hacer la guerra: por nosotros que estamos en camino, en esta vida nuestra, hacia el cielo, Miguel nos ayuda a hacerle la guerra, a no dejarnos seducir por este espíritu maligno que nos engaña con seducciones». Precisamente «por esto hoy agradecemos a san Miguel por este trabajo que hace por la Iglesia y por cada uno de nosotros y le pedimos que continúe defendiéndonos».
El segundo arcángel, «Gabriel, es el que lleva las buenas nuevas, el que llevó la noticia a María, a Zacarías, a José» continuó Francisco. Gabriel, por lo tanto, lleva «las buenas nuevas y la buena nueva de la salvación». También él «está con nosotros y nos ayuda en el camino». Sobre todo cuando, y sucede «tantas veces, nosotros con tantas noticias malas o tantas noticias que no tienen sustancia, olvidamos la buena nueva, aquella del Evangelio de Dios, de la salvación, que Jesús vino con nosotros y nos trajo la salvación de Dios». Y es precisamente «Gabriel quien nos recuerda esto y por eso hoy pedimos a Gabriel que nos anuncie siempre la buena nueva». Gabriel, fue la oración de Francisco, «recuérdanos la buena nueva de Dios, lo que Dios ha hecho».
«Y después está el tercer arcángel, Rafael, el que nos ayuda en el camino, el que camina con nosotros», dijo el Pontífice. «Miguel —especificó— nos defiende, Gabriel nos da la buena nueva y Rafael nos toma de la mano y camina con nosotros, nos ayuda en tantas cosas que suceden en el camino». A Rafael «le debemos pedir: por favor, que nosotros no seamos seducidos para dar el paso equivocado, equivocarse de camino; guíanos por el buen camino. Tu eres el compañero de camino, como fuiste el compañero de camino de Tobías».
Los tres arcángeles, prosiguió Francisco, «están delante de Dios, son nuestros compañeros porque tienen la misma vocación en el misterio de la salvación: llevar adelante el misterio de la salvación. Adoran a Dios, glorifican a Dios, sirven a Dios». Y así, «hoy recemos simplemente a los tres arcángeles, Miguel, Gabriel Rafael», invitó el Papa sugiriendo las palabras de la oración: «Miguel, ayúdanos en la lucha; cada uno sabe qué lucha tiene en su propia vida hoy, cada uno de nosotros conoce la lucha principal, la que hace arriesgar la salvación. Ayúdanos, Gabriel, tráenos noticias, tráenos la buena nueva de la salvación, que Jesús está con nosotros, que Jesús nos ha salvado y danos esperanza. Rafael, tómanos de la mano y ayúdanos en el camino para no equivocarnos de rumbo, para no quedarnos parados: siempre caminar, pero ayudados por ti».
Fuente: L’Osservatore Romano, ed. sem. en lengua española, n. 40, viernes 6 de octubre de 2017