Llegar a proclamar nuestro propio Magníficat lleva un camino largo y a veces pesado
Por Angelo De Simone
Dentro de la cultura eclesiástica, es muy común escuchar el Magníficat como himno de exaltación por las grandes maravillas que Dios ha hecho por María; pero ¿Qué tesoro y mensaje se muestra para cada uno de nosotros en el siglo XXI detrás de este himno?
María se confió en cuerpo y alma y asumiendo el riesgo ante una dificultosa tarea, aunque fuera divina. Tuvo que atravesar diversas dificultades de la época para cumplir con la misión que Dios le había encomendado.
Nuestro Magníficat se hace presente hoy ante las adversidades en el seguimiento de Cristo. Muchas veces el cumplimiento de la voluntad de Dios implica cargar con nuestras propias cruces: miedos, incertidumbre y muchas veces preocupación por el llamado “respeto humano”: ¿Qué dirán los demás?
Sin duda alguna llegar a proclamar nuestro propio Magníficat lleva un camino largo y a veces pesado. ¿Cómo alcanzarlo?
- Conciencia: Hacernos consientes de la tarea que Dios nos ha encomendado. Muchas veces aquí está el proceso difícil, en el no asumir que el Señor nos ha encomendado una tarea que puede llevar tanto rosas como espinas. Ver la llamada de Dios es un descubrir el regalo hermoso de la vocación en nuestras vidas. Nuestro Padre, ha fijado la mirada en nosotros con un objetivo hermoso y admirable: Hacer maravillas en nuestras vidas.
- Discernimiento: El seguir la voluntad de Dios requiere un discernimiento de cómo lograr ser fieles a esa voluntad. Ver los aspectos que nos pueden alejar de la meta y aquellos que, al contrario, nos acercan a ese objetivo. Como hijos de Dios debemos hacer un balance de los aspectos positivos que me posibilitan el cumplimiento de la voluntad del Padre. Cristo estaba claro de lo que debía hacer y no hacer para llegar a la meta, de la misma forma debemos tener en cuenta nuestras facultades para alcanzar los planes del Dios.
- Confianza: Punto clave para alcanzar nuestro Magníficat. Saber que nos encontramos en las manos de Dios es una bandera que debemos alzar en todo momento. Es nuestra garantía de que hay alguien en los cielos que nos mira con amor a diario y nos ayuda a cargar con las necesidades que a veces nuestras fuerzas por sí solas no pueden. Dios capacita al que llama, por eso, el miedo no debe ser un factor que aniquile la confianza de los hijos de Dios.
- Actuar: El último y definitivo paso es actuar. Encomendar a Dios nuestra jornada y mantenernos en constante oración para que él vaya guiando nuestros caminos. Actuar implica salir de nosotros mismos, no encerrarnos en nuestras necesidades sino salir al encuentro del otro. Es un proceso donde el “powerade” espiritual debe ser pedirle día a día a Dios que nos coloque en nuestro camino medios para santificarnos.
¨Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava¨. En definitiva, Dios ha posado su mirada en nosotros. Que Él nos ayude a siempre a exaltar su santo nombre y decir a voz viva: PROCLAMA MI ALMA LA GRANDEZA DEL SEÑOR. Que María Santísima nos ayude en este transitar al camino de santidad y sea nuestra guía en la oscuridad del pecado para gozar de la grandeza de la luz de Cristo resucitado.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 23 de octubre de 2022 No. 1424