Por P. Fernando Pascual

Cuando estalla un conflicto, surge el deseo de solucionarlo cuanto antes. En ese sentido, siempre ocupa un puesto importante el arte de negociar.

Hay conflictos en familia. Se tratará de cosas sencillas: de qué color pintar la pared. O de cosas mucho más serias: el modo justo de repartir la herencia.

Hay conflictos en el trabajo, sea entre jefes y empleados, sea entre los mismos jefes o los mismos empleados.

Hay conflictos en la ciudad, cuando un barrio y otro y otro se niegan a colaborar en la difícil tarea de organizar la recogida de basura.

Hay conflictos en el Estado, que llegan hasta escenas penosas como las que se ven en algunos parlamentos o en manifestaciones violentas.

Hay conflictos entre países, algunos que llevan a guerras que nos parecen absurdas en un mundo que presume de moderno.

Frente a tantos conflictos, desde los más pequeños hasta los más grandes, resulta urgente aprender ese arte de negociar que permite abrir espacio a soluciones aceptables.

Ese arte se construye desde la verdad: cada parte debe abrir sus puntos de vista y expresar cuáles son sus intereses y sus deseos, con el deseo de corregir lo que sea erróneo y de acoger lo que sea verdadero.

Pero, sobre todo, se construye desde la apertura a la otra parte. Desde esa apertura es posible escuchar lo que dicen los “adversarios”, comprender sus razones, abrirse a sus intereses.

Si hay apertura mutua, resultará más fácil emprender un esfuerzo por llegar a un punto de encuentro, a un acuerdo que sea lo más justo posible, sobre todo si están en juego personas vulnerables y necesitadas de asistencia.

Es difícil (alguno dirá que es imposible) lograr acuerdos perfectos, que contenten a todos y que sean realmente justos. Pero siempre será posible acuerdos que, aunque imperfectos, impiden males provocados por conflictos violentos, y que sean un paso adelante hacia lo que parezca alcanzable, al menos por ahora.

Luego habrá ocasiones para recordar exigencias legítimas que no han sido atendidas, o aspectos mejorables de un acuerdo. Lo importante es emprender, con un compromiso sincero por ambas partes, esas negociaciones que son ya un punto positivo para evitar el conflicto y promover la armonía entre todos.

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