Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Simone Weil nos ofrece una puntual observación: ’Donde falta el deseo de encontrase con Dios, allí no hay creyentes, sino pobres caricaturas de personas que se dirigen a Dios por miedo o por interés’.
A veces el peso agobiante de una religión opresora, carente del sentido del encuentro entre personas, la persona divina con la persona humana. La religión del ‘debes’, fría y distante; la religión que es una carga y no la que propicia alas para remontar el vuelo.
En el Génesis (3,8), el hombre se esconde de Dios; es Dios el que le sale al encuentro. Dios tiene esa iniciativa de propiciar el diálogo personal.
La Creación es la manifestación constante a través de la cual el ser humano puede tener diálogo con Dios: ‘…pues en la grandeza y hermosura de las criaturas se deja ver, por analogía, su Creador’ (Sab 13, 5).
Sobre todo, son la alianzas que Dios celebra con Noé, con Abrahán, con David, con todo el Pueblo de Israel. Alianza que es un pacto de amor fiel por parte de Dios, y a veces incumplido por parte del hombre; Dios perdona y ofrece su amor nuevamente como aparece en Oseas 2,21.
La Encarnación es el Acontecimiento del acercamiento admirable e incomparable de Dios al hombre. Jesús Cristo, es el Diálogo permanente de Dios con el hombre; Jesús es la Palabra del Padre; la persona humana tiene acceso al Padre por esta Palabra encarnada y cercana.
En la Liturgia se puede tener ese Diálogo amoroso de distintas maneras: como escucha, como repuesta, como acción de gracias, como petición de perdón, como súplica, como alabanza, como adoración; o en la ‘lectio divina’ la oración de la Palabra de Dios,-bíblica y orar la propia vida, o en la Liturgia de las Horas.
Hay encuentros de Jesús con todo tipo de personas, de ayer y de ahora: con pescadores, -de los cuales hará discípulos y de entre ellos a los cuales constituirá en sus Apóstoles; los enfermos, las multitudes, los pobres, los niños, los escribas, los fariseos, los doctores de la ley, Marta, María, y María Santísima su Madre, etc., pero de una manera especial destaca este encuentro con Zaqueo, rico, rico (Lc 19, 1-10). Los pobres no son solamente los económicamente pobres, sino los humana y teológicamente pobres, aunque con mucho dinero.
Zaqueo, como muchos ricos hoy, no son queridos porque explotan a los demás; Cristo el defensor de los pobres se acerca a los esclavos del dinero, de vidas huecas, porque ama a los ricos en su condición de personas, y ‘Dios quiere que todos se salven y lleguen al conocimiento de la verdad’; todo rico que permita que Cristo Jesús entre en su ámbito vital, -particularmente en su corazón, experimentará el gozo radical de la conversión: la misericordia infinita de Dios, plenificante del alma.
Zaqueo, de baja estatura y de estatus social elevado, aunque despreciable por su condición de recaudador corrupto de impuestos, se comporta como un niño; busca un árbol, para apearse y así ver de cerca a Jesús. Pero, oh sorpresa; el Señor se acerca a él, lo llama por su nombre y le indica que va a hospedarse en su casa; se opera su conversión: dar la mitad de sus bienes a los pobres y devolver lo robado con su respectivos y amplios intereses.
Cristo salva de la propia riqueza; es importante más allá de acaparar, el compartir.
Solo el encuentro sincero y humilde del rico con Cristo, podrá entrar en la comunidad de los discípulos de Jesús.
El ser humano que solo sirve al dinero frecuentemente puede volverse inhumano.
El que se encuentra con Jesús, en ese diálogo interior, piensa en el sufrimiento de los demás; luchará porque se haga justicia a los dañados y estará dispuesto a compartir su tiempo y sus bienes con los necesitados.
Nuestra postura de cristianos católicos, discípulos misioneros, postura decisiva sería crear ese ámbito personal del encuentro para acoger, escuchar, dar una palabra que proceda del corazón y acompañar.
El Evangelio de Jesús debe ser una ’fuerza para vivir’.
Pienso que la ‘paideia guadalupana’ es extraordinaria y se puede ir aprendiendo desde ahora y en el contexto de este pasaje del Evangelio de San Lucas 19, 1-10).
Me explico. La paideia griega,- su sistema pedagógico, ha constituido el alma de la cultura que ha impactado y educado a Occidente por parte de la cultura griega a través de los siglos..
La Santísima Virgen de Guadalupe, asume la ‘paideia de los nahuas’: 1) ambiente de hogar- maternal, mariofánico-teofánico o teofánico -mariofánico, espacio de cielo, como se indica en el Nican Mopohua, que sorprende a san Juan Diego ( ‘Jesús a Zaqueo: me hospedo en tu casa’); la mirada de la Virgen y del Ángel como aparecen en su imagen: no miran de frente porque significa falta de respeto. En náhuatl se dice ‘tenacazitta’, que se traduce por ‘mirar por la oreja’ y además en el lenguaje se añade la terminación ‘tzin o zintli; Juantzin Juan Diegotzin, que comporta toda una antropología de la valoración de todo ser humano en tres niveles: respeto, ternura y protección (‘Jesús y Zaqueo encuentro de miradas y de corazones, mirada de ternura y mirada de liberación’). La palabra que da el Mensaje; pero una palabra que tiene la connotación de ‘la palabra que procede del corazón’, -palabra, aliento (‘Jesús le habla a Zaqueo con la palabra que procede del corazón,- su palabra- aliento’).
El realizar acciones, gestos u obras concretas traducidas, diríamos en cosas, como dibujos, la ‘Casita Sagrada’ ( ‘Zaqueo cambia de vida, comparte bienes y devuelve lo robado’).
La unidad de la tilma que es la expresión o símbolo de la persona,-ixtle, en este caso de san Juan Diego, con las flores que plasman la Imagen de la Virgen (‘Cristo plasmó su imagen en el corazón de Zaqueo porque fue tocado interiormente por Jesús’).
Ser guadalupano, pienso, que sería muy provechoso asumir este estilo, para concretar el estilo de Jesús, en nuestra pedagogía, vivencia cristiana, de Iglesia, de templo, de parroquia y de familia: con Jesús y con María Santísima, sentirnos cercanos, en su hogar-nuestro hogar, viviendo la alianza de comunión con ellos, comunión amorosa, gozosa, sincera y humilde de personas, y con los hermanos, los humanos.
A veces somos un poco ‘Zaqueos’; necesitamos el encuentro con Jesús y con María Santísima, en el camino de la vida.