PREGUNTA DE NIÑOS

No, nuestro Señor Jesucristo no se convierte en pan durante la celebración de la Eucaristía, y tampoco su Sangre se convierte en vino.

Lo que sucede es justo al revés: que el pan y el vino que los cristianos le ofrecemos a Dios Padre en la parte de la Misa que se llama “ofertorio”, al momento de que el sacerdote hace la “consagración”, o sea que pronuncia las mismas palabras de Cristo en la Última Cena, es el pan el que se convierte en Cuerpo de Cristo, y es el vino el que se convierte en Sangre de Cristo.

¿Podemos estar seguros de que sucede esto? Sí, porque es el propio Dios quien nos lo dice: “Tomen y coman; esto es mi Cuerpo… Esto es mi Sangre” (Mateo 26, 26-28), y también da la orden de que su Iglesia repita lo mismo que Él hizo, trayéndolo al presente: “Hagan esto” (Lucas 22, 19).

Aunque parezca que siguen siendo pan y vino, son de verdad Cuerpo y Sangre de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, por eso les damos la máxima reverencia.

Y, para ayudarnos en nuestra fe, Dios ha permitido que en ocasiones las Hostias consagradas sangren, o que ocurran otros prodigios eucarísticos. Como la ciencia hoy está muy avanzada, en los casos más recientes los científicos han analizado estos milagros, encontrando que de verdad se trata de Carne y Sangre, y siempre de la misma Persona, o sea de Jesús.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de octubre de 2022 No. 1422

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