Por P. Fernando Pascual
Uno de los hechos más sorprendentes y dolorosos de la historia consiste en provocar males, a veces terribles, con la excusa de buscar el bien.
Así, un rey inicia una guerra con la idea de mejorar a su país, y termina por hundirlo en la ruina más completa.
Un grupo “revolucionario” pide y exige justicia, y provoca miles, a veces millones, de víctimas inocentes, muchas de ellas por hambres y subdesarrollo.
Un economista defiende la necesidad de reducir el déficit público, y las medidas propuestas, al ser aplicadas, llevan a la ruina a miles de pequeños empresarios… y a un aumento de las deudas del Estado…
Este tipo de situaciones se explica con un análisis caso por caso, pero en el fondo hay una raíz común: el peligro de escoger caminos dañinos bajo el espejismo de que iban a servir para lograr mejoras.
Esa raíz surge, por un lado, desde la enorme complejidad de los asuntos humanos: no existen varitas mágicas para superar graves problemas sociales, porque nuestro mundo es terriblemente complicado.
Surge, además, por culpa de esa terrible tesis según la cual “el fin justifica los medios”, tesis que ha llevado a crímenes e injusticias contra inocentes, y a daños mucho más graves que los eventuales beneficios.
Como han señalado algunos autores, constatar este tipo de situaciones nos puede ayudar a ser mucho más prudentes a la hora de promover caminos para arreglar las cosas, y a ser humildes para cambiar de ruta si se constata que el remedio es peor que la enfermedad.
La historia humana está llena de sufrimientos enormes que se pudieron haber evitado con hombres y mujeres sensatos, serenos, amantes de la justicia y reflexivos antes de tomar decisiones.
En nuestro tiempo, en el que no faltan pseudo mesías que prometen soluciones fáciles a problemas sanitarios, demográficos, climáticos y económicos, hace falta pedir mucha luz y prudencia para que, quienes analizan problemas y proponen soluciones, lo hagan con la mirada puesta en el verdadero bien de todas las personas implicadas.
No parece fácil, pero basta con analizar ejemplos del pasado o del presente de males provocados al buscar bienes, para aprender de errores ajenos, para evitar acciones arriesgadas, y para establecer controles continuos que permitan medir cómo van las cosas y rectificar, cuando sea necesario, para el bien de todos.