No sabemos que está pasando realmente por la mente de los demás o si lo que manifiesta su comportamiento es a causa de algún sufrimiento, por ello requieren de nuestro apoyo y comprensión

Por Mónica Muñoz

Imaginemos que vamos por la calle y nos damos cuenta de que sucede un accidente pocos metros delante de nosotros. Es la hora pico del tránsito y hay mucha gente, sobre todo los que se han arremolinado alrededor de las personas que están sobre el pavimento, heridas y sin que nadie haga nada por ayudarlas. Nosotros tenemos mucha prisa y lo único que podemos pensar es: “¡pobres!, ojalá pronto llegue la ambulancia para que se los lleven al hospital”, y seguimos nuestro camino, olvidando el suceso minutos después.

Esta escena no la imaginé, una amiga me platicó que, efectivamente, ella pasó por esta lamentable situación, incluso alcanzó a ver que la gente sacaba sus celulares para tomar fotos y video de ella y su esposo, volcados en su automóvil, sin ningún tipo de consideración por la desgracia ocurrida. Sinceramente, me detengo a pensar si nuestra sociedad ya ha llegado al máximo de la deshumanización, ¿o es que todavía falta? Me siento impotente cuando descubro que los jóvenes ya no se sorprenden ante el dolor ajeno, y, como a muchos adultos, les ocurre que solo hasta que son víctimas es que levantan la voz.

Definitivamente, necesitamos recuperar la cordura y ver más allá de lo que nos afecta solo a nosotros y a nuestros seres queridos, porque no queremos darnos cuenta de que lo que estamos sembrando, cosecharemos. En algún momento de nuestra historia personal, todo lo que hayamos hecho con otros se nos regresará, sea bueno o malo, porque todos nuestros actos merecen una recompensa.

Ponernos en los zapatos del otro

Por esta razón, creo importante recordar el significado de la palabra “empatía”, que, de acuerdo con el diccionario, quiere decir “participación afectiva de una persona en una realidad ajena a ella, generalmente en los sentimientos de otra persona”. Dicho de otra manera, es imaginar que estamos en la misma situación de alguien más y sentir lo que él o ella experimentaría.

No es sencillo, sobre todo porque, por nuestra educación, origen, experiencias, temperamento, carácter, personalidad y otros factores, vemos un mismo panorama con ojos distintos.

Por eso, hay gente que siente mucho cualquier desaire y otra que apenas presta atención, algunos se emocionan en exceso ante una sencilla manifestación de aprecio y otros más ni se inmutan.

Pero, sin importar el grado de dolor o alegría que podamos experimentar, bien podemos hacer ese ejercicio de conmiseración por el hermano, lo que no significa que sintamos lástima, desde un punto de vista soberbio o con ínfulas de superioridad, nada de eso, conmiserar quiere decir “ver con misericordia” la pena ajena.

Y no solo lo comento por lo que vemos en la calle o pasa cerca de nuestra casa, también por lo que se publica en las redes sociales. Debido a la facilidad y al acceso casi ilimitado que tenemos para comunicarnos a través de las populares plataformas, sucede que abunda la comunicación imprudente en todos los sentidos: desde los medios importantes que lo único que quieren es llegar a un mayor número de público, hasta particulares que replican información sin ninguna reflexión o filtro personal para exhibir a gente reconocida y criticarla, atribuyéndose un derecho que nadie les ha concedido, y que, aunque no nos demos cuenta, va dejando una huella de dolor y confusión entre toda la gente que se entera del caso.

Por eso, reitero, hay que ver con empatía a los demás, pues no sabemos que está pasando realmente por sus cabezas o si lo que manifiesta su comportamiento es a causa de algún sufrimiento y requieren de nuestro apoyo y comprensión. No olvidemos que nuestras obras no solo deben evitar hacer el mal, sino, sobre todo, realizarse para hacer el bien a los demás, de esta manera nos estaremos asegurando de recibir lo que merezcan nuestros actos. Ánimo, hagamos con nuestras actitudes un mundo mejor.

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 30 de octubre de 2022 No. 1425

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