Presentamos un fragmento significativo de la homilía del Papa Francisco con motivo de la fiesta de Santa María de Guadalupe en San Pedro
Redacción
… Y algo así, con este estilo, sucedió hace casi cinco siglos, en ese momento complicado y difícil para los habitantes del nuevo mundo, el Señor quiso transformar la conmoción que suscitó el encuentro entre dos mundos diversos en recuperación de sentido, en recuperación de dignidad, en apertura al Evangelio, transformarla en encuentro. Y lo hizo enviando a María, su Madre, en la lógica que el Evangelio de hoy nos recuerda: después del anuncio del ángel, «María partió y fue sin demora a un pueblo de la montaña» (Lc 1,39). La Virgen apresurada. Así llegó a las benditas tierras de América nuestra Señora de Guadalupe, presentándose como la «Madre del verdaderisimo Dios por quien se vive» (cf. Nican Mopohua); y vino para consolar, para atender las necesidades de los más pequeños, sin excluir a nadie, para arroparlos como madre solícita con su presencia, su amor y su consuelo. Es nuestra Madre mestiza.
La Virgen mestiza sigue dándonos a su Hijo
Este año celebramos a Guadalupe en un momento difícil para la humanidad. Es un período amargo, repleto de fragores de guerra, crecientes injusticias, carestías, pobreza, sufrimiento. Hay hambre. Y aunque este horizonte aparezca sombrío y desconcertante, con presagios de mayor destrucción y desolación, todavía la fe, el amor y la condescendencia divinas nos enseñan y nos dicen que también este es un tiempo propicio de salvación, en el que el Señor, a través de la Virgen Madre mestiza, sigue dándonos a su Hijo, que nos llama a ser hermanos, a dejar de lado el egoísmo, la indiferencia y el antagonismo, invitándonos a hacernos cargo «sin demora» los unos de los otros, ir al encuentro de los hermanos y hermanas olvidados y descartados por nuestras sociedades consumistas y apáticas, nuestros hermanos y hermanas dejados de lado. Y lo hace sin demora: es la Madre apurada, apresurada, la Madre solícita.
La Madre del amor por quien se vive
Hoy como ayer, Santa María de Guadalupe quiere encontrarse con nosotros, como un día con Juan Diego en el cerrito del Tepeyac. Quiere quedarse con nosotros. Nos suplica que le permitamos ser nuestra madre, que abramos nuestra vida a su Hijo Jesús y acojamos su mensaje para aprender a amar como Él.
Ella vino para acompañar al pueblo americano en este camino tan duro de pobreza, explotación, colonialismos socio-económicos y culturales. Ella está en medio de las caravanas que buscando libertades caminan hacia el norte. Ella está en medio de ese pueblo americano amenazado en su identidad por un paganismo salvaje y explotador, herido por la predicación activa de un ateísmo práctico y pragmático. Y Ella está allí. «Soy tu Madre», nos dice. La Madre del amor por quien se vive.
Nadie se apropie de Ella
Hoy, 12 de diciembre, se inicia en el continente americano la Novena Intercontinental Guadalupana, camino que prepara a la celebración del V Centenario del Acontecimiento Guadalupano en 2031. Exhorto a todos los miembros de la Iglesia que peregrina en América, pastores y fieles, a participar en este camino celebrativo. Pero, por favor, que lo hagan con verdadero espíritu guadalupano. Me preocupan las propuestas de tinte ideológico-cultural de diverso signo, que quieren apropiarse del encuentro de un pueblo con su Madre, que quieren desmestizar, maquillar a la Madre. Por favor, no permitamos que el mensaje se destile en pautas mundanas e ideológicas. El mensaje es simple, es tierno: «¿No estoy yo aquí, que soy tu Madre?». Y a la Madre no se la ideologiza.
Que nos conceda la alegría
Que Jesucristo, el deseado de todas las naciones, por intercesión de Nuestra Madre de Guadalupe, nos conceda días de alegría y serenidad, para que la paz del Señor habite en nuestros corazones y en el de todos los hombres y mujeres de buena voluntad.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de diciembre de 2022 No. 1432