Por P. Fernando Pascual
Todos los hombres, por naturaleza, deseamos saber, buscamos la verdad, como explicaba Aristóteles al inicio de la Metafísica.
Como parte de esa búsqueda, Platón había enumerado, en uno de sus Diálogos, cuatro caminos que podemos recorrer (cf. Fedón 85cd).
El primer camino consiste en ser ayudados por otros, en aprender gracias a una relación que podríamos llamar educativa en un sentido amplio.
El segundo camino se presenta como un descubrir de modo personal. Se trata de una experiencia, como la que hacemos al comprobar, de primera mano, que una flor tiene un olor determinado, o que un tipo de madera es mejor para hacer fuego.
El tercer camino es más laborioso. Se trataría de identificar, entre las diversas opiniones humanas que tenemos a nuestro alcance, cuál ofrecería elementos de fiabilidad al presentarse como mejor y más difícil de ser confutada.
Un ejemplo, entre tantos otros, de este tercer camino podría ser lo que nos pasa cuando dudamos entre una dieta u otra. ¿Cuál sería la mejor? Escuchamos diversos pareceres, leemos informes en publicaciones científicas; al final, identificamos una propuesta que tiene suficientes garantías de validez.
El último camino, apenas aludido en el texto de Platón, consiste en acoger una eventual revelación divina, en el caso de que ésta pudiera ser identificada como auténtica.
En su brevedad, la enumeración de los cuatro caminos sorprende por abarcar casi por completo los modos con los que buscamos una y otra vez conocer la verdad.
Es cierto que se pueden señalar dificultades y objeciones sobre cada uno de esos caminos. Basta con pensar en cuántas enseñanzas (primer camino) son erróneas, o en cuántas supuestas revelaciones divinas resultan falsas.
Pero a pesar de esas dificultades, cada vez que voy al mercado a comprar fruta y escojo solo algunas mientras dejo de lado otras, me guío por opiniones y por experiencias que muestran una buena dosis de fiabilidad.
Luego, los resultados desvelarán que era falso lo que considerábamos erróneamente como verdadero, o nos confirmarán que hemos acertado al fiarnos de una enseñanza, de una experiencia, de una opinión autorizada, o de una doctrina acogida gracias a una revelación divina…
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