Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
El proceso de inculturación realizado por la Santísima Virgen María de Guadalupe es a todas luces verdaderamente extraordinario.
El unir dos sensibilidades contrapuestas; el llevar a cabo con delicadeza de Madre este proceso de utilizar los modos indígenas de los mexicas, sin herir sus susceptibilidades, con sumo respeto y ternura para que llegaran a asumir el mensaje de su Hijo Jesús.
Podríamos decir que pasa de una ‘paideia’ mexica, a una paideia cristiana. Es decir, de un sistema que implica una cosmovisión filosófica y religiosa propia, con su lenguaje simbólico, con sus expresiones pictóricas o códices, con los modos de cortesía de nobleza indígena, hacia el Evangelio vivo de su Hijo Jesús, que implica unos contenidos, unas expresiones y unos comportamientos y gestos propiamente cristianos para trasmitir existencial y plenamente la vivencia del misterio de Cristo, como lo vive su Madre, la Santísima Virgen María.
Nos falta recorrer un camino todavía largo, para adentrarnos, nosotros hoy, en este misterio insondable, extraordinario y vivencial de todo lo que implica el Acontecimiento Guadalupano.
Los misioneros con toda su capacidad, arrojo, sabiduría, pasión y santidad, en gran parte, infravaloraron esta cultura, por sus propia formación y estilo. Al final algunos como Fray Bernardino de Sahagún valoraron la cultura indígena-mexica, pero no utilizaron propiamente el modo de inculturación, que por supuesto, suponía gran respeto y conocimiento de las culturas de estas tierras. Nos dejaron obras admirables como la ‘Historia General de las Cosas de la Nueva España’, primera obra etnográfica de América, del mismo Sahagún.
Su estilo pedagógico es el propio de una Madre que ama a sus hijos, que se ‘adapta’, como el Dios bíblico ‘syncatábasis’- con amor benevolente; se acerca con la ternura de su lenguaje, según sus modos y con gran respeto a la cultura indígena.
Con su mensaje, -enjambre de sus símbolos, particularmente el ‘Nahui Ollin’, que se encuentra en el centro de su vientre: es el símbolo por excelencia de Dios, es la morada de Dios, es la acción de Dios. Centra el mensaje en el ‘ Verdaderísimo Dios por quien se vive’-Ipalnemohuani, del cual, Ella es su Madre, el que adoran todos los pueblos con la lucidez de sus conceptos y la limitación de su lenguaje y conocimiento.
Ella incultura el mensaje de la Salvación, sin despertar sospechas a las suspicacias de los misioneros españoles.
Ella se expresa en perfecto ‘Tecpillatolli’, -el náhuatl noble, hablado por el mismo san Juan Diego Cuahutlatohatzin, de la familia noble de Nezahualcóyotl a través de Nezahualpilli; macehual más que una condición social es una condición antropológica, ‘el que ha nacido de la penitencia de los dioses’, es decir persona humana. Introduce términos cristianos así se presenta como ‘In nicenquizca cemicac Ichpochtli Sancta María, es decir, ‘yo (soy) la perfectamente siempre Virgen Santa María’, In inatzin in huel nelli Teotl Dios,- la venerable Madre del muy verdadero Dios-Dios. Nelli- verdadero, significa el que tiene raíz-tradición, el definitivo, el perenne, entonces es el único, en la explicación de nuestro gran Maestro P. José Luis Guerrero.
Teotl yuxtapuesto a Dios, indica la Virgen Santísima, el Dios de los nahuas y el Dios cristiano.
Y lo describe desde la filosofía indígena, aceptable para la mentalidad de los misioneros: ‘In Ipalnemohuani’, ‘in Teyocoyani’,’ in Tloque in Nahuaque’ ,‘In Ilhuicahua’, ‘in Tlatipacque’,- es decir, ‘el Verdadero Dios por quien se vive’, el Creador de las personas’, el Dueño del estar junto a todo y del abarcarlo todo, el Amo del Cielo y de la Tierra, en esta traducción cercana a nuestra mentalidad, según el P. Guerrero.
Pide un ‘Templo- Casita de Dios- Teocaltzin’ para hacer su labor consoladora de Madre ‘para escuchar llantos y tristezas’, ciertamente; pero fue algo verdaderamente esencial y vital. Supone la resurrección de su raza de un modo diferente y glorioso; será presidido por Dios descrito por los atributos de ‘Ometéotl’y por su Madre Santísima.
Para los mexicas, fundar una nación era construir un templo: ‘…tomaron piedras y madera, aquélla pequeñita y ésta delgadita al punto cimentaron con ellas, (…) pusieron así la raíz del poblado aquel; la casa y el templo de Huitzilopochtli…’ como lo sabemos por la ‘Crónica Mexicáyotl, de Fernando Alvarado Tezozómoc.
Con la construcción inicial de la primera ermita del Tepeyac se inicia una Nueva Alianza, un nuevo período de comunión con Dios y con su Madre, también nuestra Madre.
El ‘Neoteocal’ mi Casa sagrada, el templo de la resurrección y gloria del Pueblo vencido, que
ya no quería vivir, sino morir, como consta en el’ Nican Umpehua’, o la Visión de los vencidos, traducido por Miguel León Portilla.
En este Templo, su Casita sagrada, ‘In oncan nicnextiz, nicpantlazaz,nictemacaz’, en donde ‘Lo’ haré aparecer (a Dios), Lo pondré en la superficie, Lo daré a las gentes .
A través de su mirada y a través de su compasión de Madre, de todo su amor personal nos dará a Dios que es su Hijo, bien amado Jesús.
Así pues, Santa María de Guadalupe, es la ‘Gran Señal de Dios’( Ap 12 ss) quien aparece en nuestra tierra. Ella asiste a nuestro Adviento, para que recibamos a su Hijo Jesús, desde su corazón de Madre; se adaptó a la mentalidad mexica para inculturar el Evangelio.
Pide una ‘Casita Sagrada’ que en realidad implica tres aspectos, como ‘neoteocaltzin’ de Templo-Casa magnífico y regio; Casita donde se ofrece la ternura; Hogar donde la Madre recibe a sus hijitos vulnerables y que sufren toda clase de daños, sociales, morales, físicos, psicológicos. Esto por las implicaciones del Náhuatl reverencial por las terminaciones ‘tzin-tzintli’. Esta Casa es el lugar de la resurrección de un pueblo vencido; la casa de la Madre donde sus hijos recibirán todo su consuelo y ayuda; los recibirá en el ‘entrecruzamiento de sus brazos’, -‘mamaluaztli’, los encenderá en el fuego de Dios y recibirán su ternura de Madre.
Casita que implica la mutua habitación de corazón a corazón de la Madre con los hijitos. Casita que es verdadera comunión, como la unión inconsútil de las rosas transformadas en la Imagen sacrosanta de Santa María,-rosas símbolo náhuatl de la madre de los dioses, y nosotros el ixtle-rostro y yollot-corazón del ayate. Verdadera Alianza de comunión de la Madre y los hijos, en la misma comunión con su Hijo. Este es el verdadero Templo Vivo, que atisbó el Arzobispo de México Luis María Martínez, que el Padre Enrique Amezcua Medina asumió y nos lo ofrece como herencia, labor e ideal a sus hijos los Operarios, que hade ser labor de todos los mexicanos en particular y todo el mundo cristiano en general.
Termino con estas palabras emocionantes y bellas del Padre Joaquín Gallo, jesuita, amigo mío y gran difusor de la sabiduría guadalupana, que en paz descanse.
En este Novenario de Años previos a los Quinientos Años de la Aparición de la Santísima Virgen en el Tepeyac al cual somos invitados a preparar este magno Acontecimiento, los invito a que todos los días 12 de cada mes, recemos el Santo Rosario Guadalupano, -individual, familiar o comunitariamente, en Parroquias y Templos, siguiendo las reflexiones del Padre Joaquín Gallo Reynoso, SJ con su ‘Docenario Guadalupano’; que en diversas ocasiones hagamos en familia o en comunidad o en parroquia su ‘Semanario Guadalupano’, para conocer y orar con el Nican Mopohua; que sigamos su ‘Pascua Guadalupana’ de cuarenta días. Estas obras están editadas por ‘Buena Prensa’.
Ser guadalupano, no es parecerlo, sino serlo, imitando a san Juan Diego en esa Alianza de Comunión con la Santísima Virgen María, en el pensar, en el sentir y en el actuar.
¡APARECIÓ LA SEÑAL!
¿Qué tienes Tú, Guadalupana,
La que apareces envuelta por el Sol,
Dominando la Luna
Y coronada de estrellas?¿Qué tienes Tú, Santa María de México,
Que por igual a todos nos imantas?Y Dios abrió su cielo
Y apareció el Arca de la Alianza
¡Y apareciste Tú, Inmaculada,
En diálogo materno, con Juan,
En el cerrito de la Alianza!¡Qué acontecer de Dios entre nosotros,
A través de Ti, Madre sin mancha!¡Qué irrupción de luz, cuánto consuelo,
Y qué porvenir, para todos los pueblos, de esperanza!Nos traes, por encargo del Padre,
Al Hijo amado. ¡Nos lo manifiestas Tú,
Su Madre, de quien tomó su carne humana!(GALLO, Reinoso S.J., Joaquín Semana Guadalupana, pág 87)