Por Raúl Espinoza Aguilera
Pocos días después de su nacimiento, vinieron los Reyes Magos. Comenta el texto sagrado que cada uno vio, desde el lejano lugar donde se encontraba, una estrella -particularmente brillante- en lo alto del Cielo. Pienso que, si hubieran ignorado esa estrella, hubiese desaparecido para siempre del firmamento y de sus corazones. Como cuando Dios nos invita a mejorar en algo y se lo negamos o nos hacemos los desentendidos.
Pero no fue así, sino que cada uno se puso en marcha desde el sitio donde se encontraba y, en un momento dado, se encontraron por el camino esos Reyes que la tradición nos enseña que llevaban los nombres de Melchor, Gaspar y Baltazar. No se detuvieron hasta llegar a Jerusalén. Fueron con el Rey Herodes a preguntarle, ¿dónde estaba el nacido Rey de los judíos? Y el Evangelio dice que toda Judea, comenzando por el Rey, se turbaron sobremanera.
Herodes consultó con quienes dominaban las Sagradas Escrituras sobre dónde habría de nacer el Mesías y la respuesta fue unánime: “En Belén de Judá.” De nuevo los Reyes venidos de Oriente se encaminaron hacia Belén y, al acercarse a esa población, observaron que la estrella se había detenido sobre un modesto establo.
De nuevo los encumbrados Reyes se acercaron al pesebre donde se encontraban Jesús, María y José. Y se postraron de rodillas para adorar al Mesías recién nacido y le ofrecieron oro, incienso y mirra.
¡Qué enorme sorpresa se habrán llevado aquellos tres Reyes venidos desde Oriente al observar el paupérrimo pesebre donde había nacido el Rey de Reyes y Señor de Señores! Era nada menos que el Mesías tan esperado durante siglos por muchos pueblos.
Pero Dios tiene sus caminos para dar a cada persona muchas lecciones de su infinito amor y misericordia. Con el paso de los años, después de mostrarse como el Mesías, no paró hasta entregar su vida -con un amor insondable por cada uno de nosotros- y se entregó a la muerte dolorosa de la Cruz, resucitó y nos abrió las puertas del Cielo para siempre.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 1 de enero de 2023 No. 1434