Por P. Fernando Pascual

Un político, sobre todo cuando se acercan las elecciones, suele reaccionar con mayor o menor rapidez a lo que las encuestas dicen sobre sus promesas.

¿Defiendo el trabajo para todos? Mejoran las encuestas. ¿Hablo en contra del aborto? Empeoran las encuestas. ¿Insisto en la expulsión de emigrantes ilegales? En ocasiones, mejoran las encuestas, y en otras ocasiones, empeoran.

Al ver los resultados, el discurso de ciertos políticos, a veces poco a poco, en otras ocasiones con una rapidez sorprendente, sufre un giro acrobático. Quien hoy criticaba el aborto, mañana lo presenta como un fenómeno “ordinario” en las sociedades progresistas (como si fuera progreso eliminar a los hijos antes de nacer…).

Que un político modifique sus propuestas resulta explicable por diversos motivos: porque ha analizado mejor un tema, porque ha cambiado la situación política mundial, porque este año ha habido una importante llegada de inmigrantes ilegales.

Pero si un político cambia de parecer y modifica sus discursos solo para ganar votos y contentar a nuevos potenciales electores, se comporta como una veleta, y muestra veleidades que implican pocas convicciones y mucho oportunismo.

La gente puede descubrir con cierta facilidad cómo ciertos políticos hoy prometen una cosa y mañana la contraria, gracias al material que ha quedado “fijo” en la prensa, en Internet, incluso en libros.

Pero sorprende que mucha gente sigue votando a políticos veletas, incluso si son oportunistas que giran y cambian según sopla el viento de las encuestas, cuando tales políticos no garantizan la honestidad requerida para asumir tareas de responsabilidad como las propias de un Estado moderno.

Frente a los políticos que cambian de chaqueta como cambia el viento, las sociedades necesitan políticos coherentes y amantes de la justicia, que defiendan principios fundamentales y acciones orientadas a promover el bien común y los derechos fundamentales de todos.

Hay dos modos concretos para buscar que no triunfen políticos incoherentes y dañinos: denunciar todos aquellos programas que incluyan medidas contrarias al bien común y la justicia, y señalar a los políticos veletas que no ofrecen ninguna garantía de honestidad.

Positivamente, hay que promover a aquellos políticos que defiendan buenos principios, que no cedan a las presiones de los medios de comunicación o las encuestas, y que muestren en su “historial” una coherencia y una integridad que garanticen que llegarán a ser buenos gobernantes.

 

Imagen de MetsikGarden en Pixabay


 

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