Por Jaime Septién
El legado que AMLO quiere dejar a las futuras generaciones lo sintetizó en una propuesta: humanismo mexicano. ¿Qué cosa es eso? Seguramente, un eslogan político. Pero si de verdad quisiera que fuera algo más allá que una frase ingeniosa, tendría que desandar el camino que ha emprendido desde que tomó el poder en 2018.
Jacques Maritain, en su libro Humanismo radical recuerda que quien lo presenta como un programa político, compromete toda una visión del hombre como principio y causa de la acción, la decisión y la búsqueda de resultados. “El humanismo tiende, esencialmente, a hacer al hombre más verdaderamente humano y a manifestar su grandeza original haciéndolo participar en todo cuanto puede enriquecerle en la naturaleza y en la historia. Requiere, a un tiempo, que el hombre desarrolle las virtualidades en él contenidas, sus fuerzas creadoras y la vida de la razón, y trabaje para convertir las fuerzas del mundo físico en instrumentos de libertad”.
¿Cómo va a ser herencia humanista la de quien cancela la crítica, insulta y llama cretinos a los que no piensan como él? Si algo tiene el humanismo en su ADN es el ser católico (no en el sentido de pertenencia a la Iglesia, sino en el sentido de universalidad, de unión de los contrarios). El Papa Francisco –otra lección para AMLO—lo acaba de decir en una reciente entrevista a la revista jesuita America: “la polarización no es católica”.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 4 de diciembre de 2022 No. 1430