Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
Jürgen Moltmann (1926), teólogo protestante de la esperanza y del Dios crucificado, nos enseña que Dios “sufre donde sufre el amor”. Y así es. Lo descubrimos en Jesús, pobre con los pobres, es manso y humilde, busca la paz y la justicia. Vive el amor en plenitud. En todos estos frentes, sufre con los que sufren, porque él mismo sufre porque es el Amor.
Es Jesús quien exulta de gozo en el Espíritu Santo porque lo más importante del Reino lo ha revelado el Padre a los más pequeños (cf Mt 11,25; Lc 21,22) y no a los sabios y poderosos.
Lo que Dios revela, más que pertenecer al orden especulativo, aunque lo implica, pertenece más propiamente al amor.
Dios ve en el corazón del ser humano la humildad y la pobreza, la soberbia y la prepotencia.
En la Santa Escritura constatamos que Dios siempre acoge a los humildes y no hace caso a los soberbios; ante Dios, dice León Felipe, ‘¿Qué más da ser rey, que ir de puerta en puerta? ¿Qué va de miseria a miseria? Ante Dios todos somos iguales.’ Sí, pero es necesario asumir la condición del niño: ‘Si no se hacen como los niños, no entrarán en el Reino de los Cielos (Mt 18, 3); para conocer los secretos del Reino es necesario adoptar la actitud del pobre y del niño. Es la llave que Jesús nos da para profundizar en el misterio de su vida y la clave de su enseñanza.
Si queremos conocer a Jesús vitalmente, debemos seguir el camino de las ‘Bienaventuranzas’; ellas son la encarnación misma de la vida de Jesús, su autobiografía interior que se manifiesta al exterior. Cuando la proclama describe su ser divino y su condición humana.
¿En qué cosiste la vida eterna?: ‘….que te conozcan a ti Dios verdadero y a tu enviado Jesucristo’ (Jn 17, 3).Tener el conocimiento sublime de Jesucristo ( cf Flp 3, 12-14), lo podemos alcanzar interiorizando el ser de Jesús quien encarna en sí su mensaje de las Bienaventuranzas. Conocimiento de trato personal, de vivencia interior, afectiva, de adhesión amorosa a su persona. Ante Él, debemos seguir el consejo de Kierkegaard ‘Enmudezca y recójase, pues es el Absoluto’. O las palabras de Bonhöffer: ‘Hablar de Cristo, significa callar. Callar de Cristo, significa hablar. La Palabra fecunda de la Iglesia nacida del fecundo silencio, es la predicación acerca de Cristo’.
Cristo Jesús, nos revela que su Abbá-Padre es pobre, manso, misericordioso, como él quien es su Imagen e impronta de su sustancia.
San Juan Pablo II gran conocedor de Cristo, a quien Cristo mismo le robó el corazón, nos dijo: ‘Cristo es el verdadero protagonista de las ocho Bienaventuranzas. No es solo el que las ha enseñado o anunciado, sino es sobre todo el que las ha realizado del modo más perfecto, durante y con toda su vida’ (5-feb-1989).
Las Bienaventuranzas son el retrato vivo y hablado de Jesús ¿Quién es Jesús? ¿Cómo piensa Jesús? ¿Cómo actúa Jesús? ¿Qué enseña Jesús?
Seguiremos a san Mateo en el enunciado de las Bienaventuranzas (5, 1-12 a).
1) Dichosos los pobres de espíritu.
Jesús fue pobre de verdad, vivió como pobre; no vive en la miseria. Es el camino elegido por Jesucristo y propuesto a sus discípulos: ausencia de seguridades.
Murió desnudo en la Cruz, despojado de sus vestiduras (cf Mt 27, 35).
Al hacerse Hombre elige la pobreza efectiva. Fue voluntad del Padre, dependió totalmente de él. ‘Jesucristo siendo rico se hizo pobre para enriquecernos con su pobreza’ (2 Cor 8, 9). Jesús aparte de esta dependencia del Padre, se solidariza con los pobres.
2) Dichosos los que lloran.
La aflicción interna se manifiesta en las lágrimas. Las penas y los sufrimientos de los demás causan pena y provocan las lágrimas. Jesús sufre aflicción hasta el extremo, por el pecado del mundo. Sudó sangre: ‘En medio de un gran sufrimiento, Jesús oraba con mayor fervor y su sudor era como gotas de sangre que corrían hasta el suelo’ (Lc 22, 44). Sudor de sangre y lágrimas.
Jesús participa del dolor ajeno: no evita a los que lloran y con los afligidos se muestra afligido, en diversos pasajes del Evangelio, que san Pablo recomienda este comportamiento (cf Rom 12, 15). Diríamos si Dios es Padre de misericordia y Dios de todo consuelo, que nos consuela en todos nuestros sufrimientos para que nosotros podamos consolar a todos los que sufren con el consuelo que nosotros mismos recibimos de Dios (cf 2 Cor 1, 1-7); el Padre es el Consuelo fontal de Jesús. Después de su pasión, Jesús, diríamos es consolado y reivindicado plenamente con la Resurrección.
3) Dichosos los que sufren.
‘Fue probado en todo, igual que nosotros, excepto en el pecado (Heb 4, 15).
En su Pasión se concentra todo sufrimiento humano, desde la traición de Judas hasta el experimentar el abandono del Padre. Este es el Siervo doliente y Varón de dolores, anunciado por el profeta Isaías. Y añadiríamos, el sufrimiento divino, por la sobreabundancia de su amor. Como dice Orígenes ‘Dios sufre,-páthein ; trasciende al Dios de Aristóteles, -el Acto Puro, por el Dios Amor, que se ha automanifestado así.
‘Habiendo sido probado en el sufrimiento, puede ayudar a los que se ven probados’ (Heb 2,18). Elevó el sufrimiento hasta darle categoría redentora. Esto expresa lo más elevado del dolor del Siervo doliente, por nosotros y por nuestra salvación.
4) Dichosos los que tienen hambre y sed de justicia.
Después de su ayuno cuaresmal en el desierto, sintió hambre ( cf Lc 4, 2). También sintió sed, cuando cansado a la vera del pozo de Jacob pide de beber a la Samaritana ( cf Jn 4, 7). En la Cruz, al borde de la muerte: ‘Tengo sed’ (Jn 19, 28). Ambas expresan la necesidad de agua y también su trasfondo espiritual: sed de ofrecer la misericordia a la Samaritana y a todos, como lo señala la Madre Teresa de Calcuta en las capillas de sus casas, -como lema en inglés, bajo la imagen de Cristo crucificado: ‘tengo sed’.
Tuvo hambre de justicia: ‘Conviene que cumplamos así toda justicia’ (Mt 3, 15); similares a otros textos: ‘Mi alimento es hacer la voluntad del que me ha enviado’ ( Jn 4, 34; Jn 8, 29 ).
5) Dichosos los misericordiosos.
Por esencia, presencia y potencia, él es la Misericordia. Todo el capítulo de san Lucas nos revela el Corazón misericordioso de Jesús: la oveja perdida, la dracma extraviada y la extraordinaria parábola del Hijo pródigo que más bien debería de ser del Padre pródigo, expresada magistralmente en la pintura del claro-oscuro de Rembrandt ‘el Retorno del Hijo Pródigo’.
Siente compasión de las multitudes, cura a sus enfermos (cf Mt 14, 14); se apiadó de la viuda de Naín ( cf Lc 7, 14), sintió compasión por un leproso (cf Mc 1, 41).
Él encarna la misericordia de Dios ( cf Tit 3, 4-7). Revela el amor del Padre ( cf 1,18). El pasaje emblemático de la mujer sorprendida en adulterio ( cf Jn 8).
El Concilio Vaticano II, su clave es el diálogo; su espíritu es la Misericordia. Este el alma del pontificado del Papa Francisco.
6) Dichosos los limpios de corazón.
Cristo Jesús es limpio de corazón de modo eminente. Él es la transparencia: ‘Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida’ ( Jn 14, 6). Anuncia lo que ha escuchado de su Padre. Transparenta autenticidad a raudales.
Jesús perdona, porque tiene un Corazón puro.
A este propósito, vale la pena recordar aquellas palabras de la Madre Santa Teresa de Calcuta cuando afirma: ‘Perdonar nos da un corazón puro, y el que tiene un corazón puro puede amar a Dios’.
7) Dichosos los que trabajan por la paz.
El Mesías viene para ‘guiar nuestros pasos por el camino de la paz’ (Lc 1,79). Isaías afirma que a él se le llamará ‘Príncipe de la Paz’ ( 9, 5). Miqueas que se llamará ‘Shalom’, es decir Paz (5, 4). Él es nuestra Paz. Nos deja como testamento su Paz, no como la da el mundo (Jn 14, 27).
Una vez resucitado ese será su saludo y mensaje, repetidos: ‘La Paz esté con ustedes’ (Jn 14, 27).
La Paz es fruto de la Comunión con Él y con los discípulos.
Es la Paz liberadora de agresiones y violencias. Es su Paz la que nos da la fuerza para vernos libres de la angustia y el desaliento: ‘Les he dicho esto para que tengan paz en mí. En el mundo tendrán que sufrir, pero tengan confianza: ¡yo he vencido al mundo! ( Jn 16, 33).
8) Dichosos cuando los persigan.
Jesús vivió esta Bienaventuranza, porque fue perseguido desde su nacimiento hasta cargar la Cruz. Es el Cordero de Dios inmolado a causa de nuestros pecados e injusticias. Él nos alienta a soportar como Él y en Él, toda clase de injurias y falsedades por su causa. Eso debe suscitar gozo, alegría y contento.
Tomás Cayetano o Tomás de Vío (1469-1534), seguidor de la filosofía de Santo Tomás y teólogo, nos dice: ‘todas mis actitudes vitales, comprender pensar, amar, alegrarse, entristecerse, desear, trabajar… no son acciones mías, sino que se derivan de Jesucristo en mí’. Esto puede ser el fruto y el anhelo de prolongar en nosotros a Jesucristo, después de reflexionar y orar a Jesucristo, encarnación viva de las Bienaventuranzas.
Si Jesús ha amado con el estilo de las Bienaventuranzas, si amamos como él, seremos felices.
Imagen de Amor Santo en Cathopic