Por Modesto Lule MSP
Muchas veces me han preguntado sobre el alma y el espíritu y si hay una diferencia. Algunos han llegado a creer que son dos cosas distintas. Para san Agustín el alma está compuesta de tres elementos:
- La conciencia es el asiento de nuestra vida emocional. Sentimientos como el amor, el dolor, el gozo, la ira, etc., tienen lugar en nuestra vida emocional. Toda decisión que tomamos en la vida, sin importar lo que sea, es influenciada en mayor o menor grado por nuestra conciencia.
- Luego tenemos el intelecto. Todo el conocimiento que poseemos, es decir la educación que recibimos en la escuela o el colegio o la universidad se inscribe dentro del campo del intelecto.
- Y la voluntad. Es decir, tenemos el poder para decidir por nosotros mismos.
El filósofo Aristóteles hace una distinción en los diferentes tipos de alma: vegetal, animal y espiritual.
El alma vegetal da vida a las plantas. Cuando el muere la planta, el alma deja de existir y muere junto con la materia. Así en el animal hay un alma animal y de igual manera cuando el animal muere también su alma. El animal al no tener espíritu su alma no va al “cielo de los animales” ya que eso no existe. Aristóteles dice que a diferencia del animal y de la planta, los seres humanos tienen un alma espiritual, esto le potencia a vivir después de esta vida en una dimensión sobrenatural.
El catecismo de la Iglesia Católica en su número 362 dice: La persona humana, creada a imagen de Dios, es un ser a la vez corporal y espiritual. En la Biblia dice en Génesis 2, 7: Entonces Dios el Señor formó al hombre de la tierra misma, y sopló en su nariz y le dio vida. Así el hombre se convirtió en un ser viviente.
En la Escritura Sagrada las dos palabras ‘alma’ y ‘espíritu’ son utilizadas intercambiablemente. La muerte a veces es referida como entregando el alma, Génesis 35,18; 1 Reyes 17,21, y otras veces como entregando el espíritu, Lucas 23,46; Hechos 7, 59. Los muertos en algunos casos son llamados “almas”, Apocalipsis. 9, 6; 20, 4, y en otros ‘espíritus’, 1 Pedro 3,19; Hebreos 12,23.
Los dos términos denotan el elemento espiritual del hombre desde distintos puntos de vista. Como espíritu: es el principio de vida y acción, el cual controla el cuerpo, y como alma: es el sujeto personal, el cual piensa, siente y desea, y en algunos casos es el asiento de las afecciones.
En el catecismo en su número 364 dice: “El cuerpo del hombre participa de la dignidad de la “imagen de Dios”: es cuerpo humano precisamente porque está animado por el alma espiritual, y es toda la persona humana la que está destinada a ser, en el Cuerpo de Cristo, el templo del Espíritu”.
En el número 366 dice: “La Iglesia enseña que cada alma espiritual es directamente creada por Dios… es inmortal… no perece cuando se separa del cuerpo en la muerte, y se unirá de nuevo al cuerpo en la resurrección final”.
El alma espiritual da vida al hombre. Si el ser humano no tiene esa alma, no tiene vida. El alma vivifica al hombre. Ella sobrevive al cuerpo, no se puede tocar, no se puede medir, no se ve, la crea Dios y está proyectada para la eternidad. Por lo tanto, no tenemos derecho a mancharla con las impurezas, más bien hay que resguardarla de todo pecado.
Es la sede de las operaciones espirituales como el razonamiento, el conocimiento y la inteligencia. Gracias a ella el hombre ha progresado hasta lo que es hoy y sin duda avanzará en el conocimiento a lo largo de los años. Esperando que ese progreso sea integral y para el bien de todos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 25 de diciembre de 2022 No. 1433