Por Tomás De Híjar Ornelas, Pbro.

Hace un cuarto de siglo estuvo en la capital de Jalisco, del 5 al 11 de mayo de 1996, el Prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, cardenal Joseph Ratzinger,

y el Secretario de dicho Dicasterio, Tarcisio Bertone, lapso durante el cual de las inmediaciones de Guadalajara visitaron la basílica de Zapopan y la laguna de Chapala, no menos que el Seminario Conciliar, donde el purpurado alemán ofreció a los estudiantes del plantel levítico una panorámica de su visión universal de la fe católica ante los desafíos del nuevo milenio y desde la óptica del pontificado de Juan Pablo II y su participación en el desmantelamiento de la Unión Soviética.

Su presencia la engastaba por acá, todavía, el desconcierto profundo que dejó en la sociedad mexicana el asesinato del VIII Arzobispo de Guadalajara, Juan Jesús Posadas –ni tres años habían pasado del terrible episodio–, y la opaca voluntad del gobierno para aclarar quienes y porqué lo hicieron, pero, principalmente, la novedad que trajo consigo el levantamiento, en los Altos de Chiapas, de un movimiento social reivindicatorio a favor de las comunidades de indios empeñadas en mantener ese estatus y de paso, mostrarle al mundo que México, al tiempo de pactar con el capitalismo norteamericano el Tratado de Libre Comercio, mantenía raíces con su historia tradicional que aún cuentan las cosas de otro modo que con dinero y valores económicos.

En la disertación que ofreció en el marco del II Encuentro de Presidentes de Comisiones Doctrinales de las Conferencias Episcopales de América Latina, entre ellos don Óscar Rodríguez Madariaga, Presidente de la Conferencia del Episcopado Latinoamericano, el Prefecto precisó con exactitud la preocupación de la Santa Sede en torno a estos aspectos: la crisis de la teología de la liberación, relativismo: la filosofía dominante, relativismo en teología: la retractación de la cristología, el recurso a las religiones de Asia, ortodoxia y ortopraxis, New Age, el pragmatismo en la vida cotidiana de la Iglesia, tareas de la teología y perspectiva.

Inevitable para él fue escuchar a sus colegas hacer hincapié en el tráfico de drogas, que describieron como el “terrible flagelo” metido en forma “desvergonzada” en el ámbito político, y para ellos recibir de sus labios expresiones contundentes que anunciaban el ocaso de la Teología de la Liberación junto con el del socialismo en Occidente; en no ocultar su desconfianza al estilo de vida tradicional de los pueblos de indios del sureste mexicano, tutelado con energía por el obispo de San Cristóbal, don Samuel Ruiz y su preocupación por las modas “espiritualistas” y heterodoxas.

El resumen de lo que allí se trató fue el Mensaje ‘Los nuevos desafíos en el llamado Continente de la Esperanza’, que exhibe y denuncia el narcotráfico como ‘enfermedad’ social del Continente, la mala situación económica derivada de un modelo mercantilista que lo empobreció muchísimo, el relativismo emanado de cierta filosofía inmanentista ajena y hasta contraria a la dignidad de la vida humana  y el auge de movimientos que sin ser confesionales son paralelos y en abierta competencia con el cristianismo.

Ya convertido en obispo de Roma y bajo el nombre Benedicto XVI, el apenas fallecido Papa emérito regresó a México, del 23 al 26 de marzo del 2012, en visita apostólica. En tan corto tiempo, pudo tener ante sí una realidad candente y que sigue en ebullición a propósito de cuestiones que siguen esperando un curso y una respuesta desde el Evangelio: paz en la justicia, tutela integral a la dignidad humana, participación democrática…

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de enero de 2023 No. 1435

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