Por Mario De Gasperín Gasperín, obispo emérito de Querétaro
Fui invitado a participar en una reunión de amigos para escuchar el video de la conferencia que el Papa Benedicto XVI pronunció en El Escorial, destinada a universitarios e intelectuales durante su visita apostólica a España. Esta práctica era ya un reconocimiento a su talento y competencia en asuntos referentes a la fe en relación con la razón, y con la modernidad.
En su discurso el Papa hizo ver cómo la Universidad fue un producto original de la Iglesia y sólo pudo brotar de ella, pues la fe es la que hace abrirse a la razón hacia la trascendencia, y así el hombre puede alcanzar dimensiones verdaderamente “universales”. El hombre es, en cierto modo, un universo que se trasciende a sí mismo mediante la fe y adquiere dimensiones de eternidad. El Papa señalaba después cómo la búsqueda de la verdad incluye el descubrimiento del amor y la práctica de la humildad, elementos indispensables para adquirir esa “universalidad”, que define al hombre y su misterio.
Los participantes fueron recordando anécdotas en relación con su acercamiento a la fe mediante los escritos y discursos del pontífice, todas subrayando la claridad del pensamiento y la sencillez de su persona y su escucha atenta a sus interlocutores. Nunca una respuesta a sus detractores.
- Uno, recuerda aquel discurso en el que comparó al cristiano ante la modernidad como el payaso del circo que, a orillas de la ciudad donde tendría lugar la función, fue a solicitar ayuda, pues su circo se estaba quemando: peligraba incendiar su contorno y a la misma ciudad. Los pobladores salieron a recibirlo y, pensando que su anuncio correspondía a su atuendo de payaso, no le creyeron y, entre burlas y regocijos, ignoraron su mensaje. El resultado fue el incendio de la ciudad. ¡Cuántos incendios se hubieran evitado si…!
- Otro, trajo a colación su preferencia por lo pequeño. Siempre pensó en la iglesia con las imágenes bíblicas de Jesús: el pequeño rebaño, a quien el Padre dará su Reino; la semilla de mostaza, la más pequeña, que llega a desarrollar un arbusto capaz de ofrecer posada a las aves del cielo. Nada, pues, de poderíos y triunfalismos. Él se presentó como “humilde trabajador” de la Viña del Señor.
- Un tercero, ante los escándalos sexuales que se produjeron en un país al que se disponía a visitar, y a los que tendría que enfrentarse; y ante la prensa que insinuaba una declaración de guerra contra esos tales, y el Papa suavemente dijo: El verdadero enemigo de la Iglesia es el pecado. Pensemos en la sentencia de Jesús: “El que esté sin pecado, que tire la primera piedra”.
- Un cuarto recordó cómo, durante su visita a su país declarado marxista, lo escuchó decir que más allá del dominio del proletariado existía el reino del amor y de la esperanza; enseñanzas que después leyó en la encíclica “Salvados en Esperanza”, y eso le hizo abrazar la fe, pues sus horizontes se abrieron más allá de cualquier materialismo: El realismo más real, es precisamente quien creó lo real, Dios. Tan sencillo como eso…
- Otro más, contó cómo esas palabras ya conocidas, pero para él ignoradas, que no se comienza a ser cristiano por una filosofía o una ética, sino por el encuentro con una Persona, lo hizo interesarse por la Persona y obra de Jesús, y allí, sobre todo en su obra “Jesús de Nazaret”, alcanzó a descubrir la persona fascinante y liberadora de Jesús. Antes que una doctrina, antes que una filosofía, antes que un sistema moral, está Alguien que “nos deletrea”, como dijo el poeta*, que nos conoce por nuestro nombre y nos lleva tatuados en su corazón. Basta tener ojos para ver…
*N. de la R. Se refiere al poeta y Premio Nobel mexicano, Octavio Paz.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 22 de enero de 2023 No. 1437