Por Sergio Ibarra
Se cumplirá un año de la denominada invasión de Rusia a Ucrania (24 de febrero). Hoy somos observadores de una guerra que, como todas, evoluciona. En estas semanas se estarán enviando a Ucrania tanques por parte de Alemania, Estados Unidos, España, entre otras naciones.
La incertidumbre y las expectativas han cambiado de tal modo que ya corremos el peligro de dejar de asombrarnos por los crímenes de guerra incalificables por parte de las fuerzas armadas del país invasor. Surge a un año el primer dilema político y moral ¿Se hará justicia cuando esto pase y la sensatez ponga en su lugar a quienes los han cometido?
El ser humano no es un ser manso, solía decir Sigmund Freud (1856-1939); la forma en que resuelve sus conflictos con el prójimo con frecuencia no es de manera civilizada, con el derecho que sustenta a nuestras sociedades, sino con violencia. La historia nos ha dejado enseñanzas valiosas como la de Aníbal y los cartagineses que no estuvieron dispuestos a ser conquistados por los romanos, cuya ambición los hizo atropellar a culturas completas de aquellos tiempos. Finalmente perdieron, pero tuvieron el valor de atacarlos en la mismísima Roma. Pero había una razón para los cartagineses: la libertad.
¿Cuál es el fundamento de no reconocer la independencia de los estados de Donetsk y Lugansk? El territorio ruso es una gran estepa de mares congelados, salvo hacia el Báltico. Halford MacKinder (1861-1947) escribió una teoría llamada el pivote geográfico de la historia, donde plantea la política exterior rusa y su relevancia geopolítica señalando su carencia oceánica. Basta revisar los conflictos sostenidos por Iván “el terrible” o por Pedro “el Grande”, hasta llegar a Putin, para confirmar la beligerancia hacia sus vecinos.
Existe una convicción –incluidos los zares y los que encabezaron el comunismo en el siglo XX– de que Rusia es una potencia sin límites. La realidad es que comercialmente es una isla: no tiene una salida al mar que le permita regresar a ser la potencia que alcanzaron cuando se configuró la Unión Soviética.
Todo país que se ubique en sus esferas geopolíticas, padecerá ser parte del vecindario. Toca a Ucrania y a su pueblo enfrentar una nueva invasión, una más de las que su historia cuenta, originadas por su ubicación geográfica. El fundamento que explica esta invasión es habilitar una salida al mar. ¿Qué hubiese pasado si el presidente de Rusia con un poco de sentido humanitario y tolerancia, con menos soberbia, que es lo que demanda su investidura, acordara una especie de canal de Panamá? La totalidad de las consecuencias que están en proceso se hubiesen evitado.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 12 de febrero de 2023 No. 1440