Por P. Fernando Pascual
Quienes buscan imponer planes o agendas sobre personas, grupos o incluso Estados, actúan desde tres coordinadas fundamentales.
La primera: tener un plan concreto que desean imponer. La segunda: considerar que los “destinatarios” no sabrían o no querrían implementar ese plan. La tercera: tener medios y poder para trabajar con buenas perspectivas de triunfo.
La primera coordinada puede tener muchos orígenes. Uno, sencillo, consiste en la ambición de poder. Hay personas que desean más y más poder, y buscan cómo conquistarlo a costa de otros.
Otro origen consiste en defender que el proyecto, plan o agenda que buscan imponer sería beneficioso. ¿Para quién? Quizá solo para ellos, o quizá para toda la sociedad.
No siempre, sin embargo, el proyecto sería realmente bueno. Incluso hay ocasiones en las que el proyecto es destructivo, injusto, criminal. Basta con pensar en cómo algunas dictaduras se propusieron como agenda la muerte de millones de inocentes.
La segunda coordinada está a la base del secretismo o de la astucia con la que trabajan los grupos que imponen agendas. Si sospechan, incluso temen, que muchas personas se opondrían a su agenda, trabajarán por destruir toda oposición, por hacer imposibles las críticas a sus proyectos, por difundir sus planes de modo manipulado y engañoso.
La tercera coordinada es la más peligrosa: tener poder. Quienes planean controlar a periodistas, banqueros, profesores, o a cualquier otra categoría de personas, necesitan dinero, medios técnicos, apoyos de otros “poderosos”, para así lograr modos efectivos de imponer la propia agenda.
Es difícil frenar a quienes, con planes muy ambiciosos, con una enorme desconfianza hacia la verdadera libertad de pensamiento, y con poder, trabajan día tras día para imponer sus propios planes, para aplastar cualquier oposición a sus agendas regionales, nacionales o mundiales.
Basta con pensar, como un ejemplo concreto en las últimas décadas, cómo grupos de presión han impuesto su agenda a favor del aborto, y buscan ampliarla en aquellos lugares donde todavía existen pequeñas, pero firmes, resistencias.
Frente a quienes hoy, como en el pasado, buscan imponerse a otros seres humanos, incluso a costa de permitir la marginación, la cárcel o la muerte de millones de inocentes, hace falta promover pensamientos maduros, libres, que puedan denunciar las trampas de los grupos de presión, y defender los derechos fundamentales de todos.
Puede parecer difícil, sobre todo cuando existen personas que acumulan un poder económico y técnico nunca jamás alcanzado en otros periodos de la historia humana.
Pero siempre resulta posible, desde corazones generosos, mentes despiertas, y espíritus libres, emprender un esfuerzo concreto para frenar la fuerza de quienes parecen encarnar hoy la fuerza de Goliat, y lograr victorias como la alcanzada por un joven llamado David, lleno de valentía y una gran confianza en Dios.
Imagen de Nika Akin en Pixabay