Por P. Fernando Pascual

Muchas personas encuentran consuelo cuando reciben apoyo, sobre todo en momentos difíciles de la vida.

Recibir apoyo es posible cuando hay quienes dan apoyo. Así, se da una hermosa complementariedad entre quien recibe y quien da.

Dar apoyo no resulta fácil, sobre todo cuando uno mismo necesita tantas veces recibir ayuda.

Además, en un mundo de prisas, con “necesidades” y “urgencias” que ocupan nuestra mente y nuestro corazón, resulta difícil abrir los ojos y ver que otros piden urgentemente apoyo.

Por eso, necesitamos tener un corazón abierto para percibir quién necesita una ayuda, aunque se trate de algo tan sencillo como ser escuchado.

El que recibe apoyo, por su parte, siente una llamada interior a dar gracias y a reconocer a quien le ayuda, sobre todo si gracias al otro puede levantarse de una situación difícil.

Entonces puede empezar una cascada de solidaridad. El que ha sido apoyado siente que aumentan sin energías interiores, y así puede empezar a dar apoyos a otros.

Ciertamente, no siempre encontramos el apoyo que necesitamos en determinados momentos de la vida, por ejemplo cuando perdemos la salud, o el puesto de trabajo, o la armonía familiar.

Por eso es tan urgente que muchos hombres y mujeres despierten una sensibilidad interior para descubrir quién necesita apoyo y para ofrecerlo, en la medida de lo posible, a otros.

En todo ello conviene recordar el infinito apoyo que Dios nos ofrece continuamente, sobre todo desde que en la historia humana el Hijo del Padre se hizo Hombre para darnos el apoyo decisivo que vence el pecado y la muerte.

Apoyados por Dios y por tantos hermanos buenos, y desde el apoyo que compartimos a los cercanos y los lejanos, lograremos embellecer un poco el mundo en el que vivimos, al aliviar penas y al compartir amor sincero…

 

Imagen de efes en Pixabay


 

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