Ésta es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar

Ron Rolkeiser, oblato de María Inmaculada, escribe: «Los primeros cristianos tenían un credo de una sola línea: ‘Jesús es el Señor’. Para ellos, eso ya decía suficiente. Lo decía todo. Decía que en el centro de todas las cosas existe un Dios personal y amable, y ese Dios es lo suficientemente poderoso y lleno de amor como para garantizarlo todo».

Sin embargo, esa fe «no se trata de algo teórico. La fe en la resurrección de Jesús es algo práctico», con repercusión en la existencia de todos los días, pues nos da «la certeza de que nuestras incapacidades, fracasos e incluso nuestras muertes, no son la respuesta final. La fe en la Resurrección es el sentimiento vivo de que Dios sigue a cargo».

Poco después se escribió el Credo de los Apóstoles, que explica de manera muy breve la fe de los cristianos, con esta verdad fundamental acerca de Jesucristo: «Descendió a los infiernos, y al tercer día resucitó de entre los muertos».

Ésa es, sin duda, la mayor y mejor noticia de todos los tiempos. San Juan Crisóstomo lo escribió así en una Homilía de Pascua:

«Nadie llore por sus pecados: el perdón se ha levantado del sepulcro. Nadie tema a la muerte pues nos ha liberado la muerte del Salvador; la ha destruido cuando yacía preso de ella. Ha castigado al infierno Aquél que ha bajado a las profundidades; lo ha amargado porque tocó su carne. El infierno fue amargado cuando se encontró Contigo en los abismos. Fue amargado porque fue destruido, fue amargado porque fue engañado; fue amargado porque fue encadenado. Tomó un cuerpo y se encontró frente a frente a un Dios».

Es importante aclarar qué se quiere decir aquí con «infierno» o «infiernos». Explica el Catecismo de la Iglesia Católica en su número 632: «Las frecuentes afirmaciones del Nuevo Testamento según las cuales Jesús ‘resucitó de entre los muertos’ (Hch 3, 15; Rm 8, 11; I Co 15, 20) presuponen que, antes de la Resurrección, permaneció en la morada de los muertos (cfr. Hb 13, 20). Es el primer sentido que dio la predicación apostólica al descenso de Jesús a los infiernos; Jesús conoció la muerte como todos los hombres y se reunió con ellos en la morada de los muertos. Pero ha descendido como Salvador proclamando la Buena Nueva a los espíritus que estaban allí detenidos (cfr. I Pe 3,18-19)».

Y en el número 633 se aclara más aún: «La Escritura llama infiernos, sheol, o hades (cfr. Flp 2, 10; Hch 2, 24; Ap 1, 18; Ef 4, 9) a la morada de los muertos a donde bajó Cristo después de muerto, porque los que se encontraban allí estaban privados de la visión de Dios (cfr. Sal 6, 6; 88, 11-13). Tal era, en efecto, a la espera del Redentor, el estado de todos los muertos, malos o justos (cfr. Sal 89, 49;1 S 28, 19; Ez 32, 17-32), lo que no quiere decir que su suerte sea idéntica como lo enseña Jesús en la parábola del pobre Lázaro recibido en el ‘seno de Abraham’ (cfr. Lc 16, 22-26)…. Jesús no bajó a los infiernos para liberar a los condenados ni para destruir el infierno de la condenación, sino para liberar a los justos que le habían precedido».

En los iconos de la Anástasis, el hades siempre aparece de color negro, como una cueva o abismo, a los pies de Cristo, quien toma la mano a Adán y lo arranca de la muerte, que es la consecuencia del pecado.

Pero esto significa también que, con Adán, es arrastrada toda la humanidad, su heredera.

Con el descenso de Jesús a los infiernos aniquiló «mediante la muerte al señor de la muerte, es decir, al diablo, y libertó a cuantos, por temor a la muerte, estaban de por vida sometidos a esclavitud »(Hb 2, 14-15). En adelante, Cristo resucitado «tiene las llaves de la Muerte y del Abismo» (Ap 1, 18).

Así describe san Germán de Constantinopla, en una Homilía sobre la sepultura de Cristo, la gloriosísima Pascua: «Ésta es la gran festividad que hoy se celebra en los infiernos: es una solemnidad maravillosa y llena de esplendor. Aquel Sol que sobrepasa la altitud de los cielos ha llenado de resplandeciente luz las regiones que estaban debajo de la tierra… iluminado prodigiosamente a aquellos que se hallaban sumidos en la oscuridad y sombras de muerte». Ésta es nuestra fe, es la fe de la Iglesia, que nos gloriamos de profesar en Jesucristo Nuestro Señor. Amén.

Reflexiones pascuales

  • «¡Cristo ha resucitado! Algunos no lo saben, algunos no se han enterado, algunos lo saben pero ese hecho no ha cambiado sus vidas. Pero no importa, nada de lo que hagan puede ya trastocar ese acontecimiento. La victoria es definitiva… «Los enemigos del Resucitado pueden hacer lo que quieran, el Tiempo es de Dios. Él controla las reglas del juego. Sus enemigos, que los tiene, pueden recorrer el tablero a sus anchas. Pueden correr lo que quieran. Lo único que no pueden hacer es ganar. Dios se reserva el derecho incluso de cambiar las reglas a mitad del juego. Por eso la visión cristiana es optimista. No cabe otra posibilidad que la victoria. Lo único que no puede hacer Dios es perder. Y nosotros nos hemos asociado a la Victoria de Dios.
  • «La Iglesia puede emerger de sus cenizas una y otra vez, cien veces, mil veces. Y puede hacerlo cada vez más poderosa, cada vez más fuerte, cada vez más bella.
  • «Cristo ha resucitado, nosotros seguimos al Resucitado. El Resucitado está en medio de nosotros, verdaderamente en medio, aunque no lo veamos. Pero nos habla, aunque no escuchemos su voz con palabras audibles. Y hace milagros, lo mismo que en los tiempos de Palestina».
  1. JOSÉ ANTONIO FORTEA (Comentario 2011, de su blog)

 

  • «Los primeros testigos de este evento fueron mujeres. Al amanecer, ellas van al sepulcro para ungir el cuerpo de Jesús, y encontraron el primer signo: el sepulcro vacío. Sigue después el encuentro con un Mensajero de Dios que anuncia: Jesús de Nazaret, el crucificado, no está aquí, ha resucitado. Las mujeres son llevadas por el amor y saben acoger este anuncio con fe: creen, y de inmediato lo transmiten…
  • «Aquí podemos ver un elemento a favor de la historicidad de la Resurrección: si se tratara de un hecho inventado, en el contexto de aquel tiempo no hubiera estado relacionado al testimonio de las mujeres. Los evangelistas, en cambio, simplemente se limitan a narrar lo que sucedió: las mujeres son los primeros testigos… A los Apóstoles y a los discípulos les cuesta más creer, a las mujeres no».

PAPA FRANCISCO (Miércoles de Pascua 2013)

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de abril de 2023 No. 1448

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