Por P. Prisciliano Hernández Chávez, CORC.
En el Viernes Santo se narra el acontecimiento por excelencia: la pasión, la crucifixión y muerte de nuestro Salvador, Jesucristo nuestro Señor, en espera, de su resurrección
Lo anunciado anteriormente ‘si el grano de trigo no cae en tierra y muere, queda infecundo, pero si muere, dará mucho fruto’ (Jn 12, 24); éste es en parábola el anuncio de su pasión, crucifixión unida al triunfo de su resurrección, pues dará fruto, en la vida nueva y plena. Acontecimiento escrito con dolor, lágrimas y sangre. Donde intervienen personajes, con un rostro y una función: Anás, Caifás, Pilato, Judas, Pedro, Barrabás, el pueblo manipulado y vociferante, la Santísima Virgen María, las santas mujeres, san Juan, el discípulo amado.
Quien nos habrá de juzgar al final de todo, es juzgado en nuestros tribunales: Cristo y los inocentes declarados sin culpa, y condenados a muerte. Se sofoca la voz de la conciencia por cobardía.
Condenado a llevar la Cruz y a morir en ella. Aquí el acontecimiento histórico se une al misterio por la Santa Cruz. Hay tal vínculo que por la Cruz se nos abre el misterio de la Luz.
Por la Cruz se cambia la visión de Dios y el Rostro de Dios. No es el Dios omnipotente, no es el Dios acto puro, no es el Dios de los filósofos, sino el Dios vivo y verdadero que se revela como Amor y amor redentor y misericordioso. Como señala von Balthasar ‘… Dios se revela en lo más propio de su divinidad y da a conocer lo más hondo de su gloria. No es ya un Dios de poder, es un Dios de amor…’ Y como dice Bonhoeffer ‘Cristo nos ayuda no con su omnipotencia, sino con su debilidad y sus sufrimientos´.
La Cruz sintetiza la historia de Jesús y su misterio de Dios. El Dios crucificado, es el Dios vivo y verdadero.
‘Los hombres se distinguen de Dios por tres cosas, dice Nicolás Cabasilas: por su naturaleza, por su pecado y por su muerte. Pero el Redentor hizo que desaparecieran los obstáculos que impiden una relación directa entre Dios y los hombres. Para ello eliminó uno a uno dichos obstáculos: el primero, asumiendo la naturaleza humana; el segundo, muriendo en cruz; el tercero, desterrando por completo de la naturaleza humana la tiranía de la muerte al resucitar’.
Pero, ayer como hoy, la Cruz es un escándalo. La hemos edulcorado o llenándola de adornos y de flores; la hemos debilitado convirtiéndola en un símbolo adornado; más bien la hemos convertido en un adorno. Así la Cruz pierde su fuerza y su razón de ser. Un Cristo sin la Cruz del Calvario, no es la Cruz de Jesús; esa cruz es falsa. No nos introduce al misterio del Amor de Dios para conocer nuestro propio misterio.
La Cruz de Jesús, nos invita a ir más allá de la problemática de la existencia de Dios y de sus atributos. Nos invita a la segunda conversión de san Agustín; a descubrirlo como Crucificado; Cristo con su Cruz, es el verdadero Cristo, que nos introduce en las profundidades del misterio de Dios Amor. Sólo así podemos seguir a Jesús, tomando nuestra cruz cada día y seguirlo.
La Cruz nos permitirá no perdernos en devaneos pseudocristianos de conservadores o progresistas. La Cruz es el santo equilibrio de lo humano y de lo divino. Las ideologías innovadoras, ya nacieron con el sello de la muerte.
Solo la Cruz y la Santa Cruz de Cristo, nos introduce en el misterio del Dios omnipotente que se hizo débil, del Dios inmortal que murió, del Dios verdaderamente cercano a nuestro sufrimientos y dolores espantosos, que él mismo los padeció y tomó sobre sí los nuestros; él asume en sí nuestro pecado y nuestras penas más hondas. Por la Cruz, ya son de él. Se habrán de transformar en gloria de vida eterna.
‘Acurdarte de Jesucristo, de la descendencia de David, resucitado de entre los muertos, conforme a mi Evangelio… Digna de crédito es esta afirmación: si morimos con Cristo, viviremos con él; si permanecemos firmes, reinaremos con él; si lo negamos, él también nos negará; si somos infieles, él permanece fiel, porque no puede negarse a sí mismo.’ (2 Tim 2, 8. 11-13).
La Cruz es el trono real de Jesús; es la puerta para adentrarse en el misterio de Dios y el misterio del hombre.
La Cruz, une la pasión del Viernes santo con el misterio de Dios Amor, el Dios de ayer, de hoy y de siempre.
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