Por Mónica Muñoz
La Inteligencia Artificial pone en peligro el conocimiento, razonamiento y la capacidad de resolver situaciones por nuestra cuenta.
A diario tenemos oportunidades para aprender algo nuevo, y más en esta época en la que el internet ha roto con todos los límites que existían respecto a la manera de adquirir conocimientos, pues ya no es necesario acudir a una biblioteca a buscar un libro, sino que con un “clic” podemos enterarnos de lo más relevante y, además, reciente respecto a cualquier tema.
Esta facilidad de obtener información implica que debemos reforzar la parte ética, pues a las personas, sin importar la edad, les parece de lo más natural copiar y pegar lo que les piden, sin siquiera tratar de asimilar los conceptos y expresarlos con sus propias palabras. Esto lo comento porque, en mi labor docente, me encuentro a cada rato con estos casos, donde tengo que insistirles a los alumnos sobre la importancia de su esfuerzo para hacer suyo el conocimiento y que lo demuestren mediante la exposición de lo investigado. Por supuesto, la mayoría solamente lee lo que plasma en una diapositiva, sin siquiera comprender lo que está diciendo en voz alta.
El panorama parece que empeorará, de acuerdo con las noticias que nos llegan respecto a los avances de la Inteligencia Artificial. Pero, antes de continuar, es necesario que precise qué es, para quienes no están familiarizados con el término. De acuerdo con el sitio de Hewlett Packard Enterprise (HPE), Inteligencia Artificial “se refiere en términos generales a cualquier conducta humana que desarrolle una máquina o sistema”.
De manera muy básica, este sistema lo podemos encontrar en las computadoras que están programadas para imitar la conducta humana utilizando datos que previamente ya se les han proporcionado, por lo que pueden repetirlos sin problema. De manera más compleja lo detectamos en los dispositivos móviles a los cuales se les puede dar órdenes de voz o más aún, entramos a la era en la que existen ya modelos de pasarela, presentadores de televisión, cantantes y más, que tomando forma humana, desempeñan labores que eran exclusivas de los seres humanos.
Sin esfuerzo, sin razonamiento
Pero, lo que debe preocuparnos sobre estas tecnologías avanzadas, es que están logrando imitar con tanta perfección el comportamiento humano, que quienes no tengan bien cimentados sus valores morales caerán fácilmente en la postura cómoda de pedir a la Inteligencia Artificial que realice las actividades que le corresponden. Un ejemplo es el llamado ChatGPT, que es sistema de Inteligencia Artificial (IA) que está entrenada para mantener conversaciones, la cual es capaz de responder y hacer casi cualquier cosa que se le solicite.
Los desarrolladores la han entrenado con grandes cantidades de texto por lo que se le puede pedir que elabore un escrito de mil palabras, el cual tendrá listo en segundos. Los expertos comentan que aún es poco precisa en muchos temas, sobre todo en cuanto a nombres y algunos conceptos, por lo que todavía no es posible copiar y pegar lo escrito sin errores, sin embargo, como ya comenté, es un sistema que aprende y pronto podrá ser utilizado para remplazar la actividad humana de aprendizaje y generación de conocimiento.
Por supuesto que es preocupante, pues si ya de por sí nuestros jóvenes, adolescentes y niños están embebidos en los celulares, los cuales, sea dicho de paso, generan una gran cantidad de dopamina en sus cerebros, haciendo que esa actividad sea altamente adictiva, ahora con la posibilidad de hacer sus tareas mediante una Inteligencia Artificial, nos estaremos enfrentando a un grave problema que solo con la buena guía de los padres de familia y con el apoyo de los educadores podremos solucionar para que las nuevas generaciones tengan un correcto desarrollo en sus profesiones y actividades personales, porque parece que las posibilidades no se agotan.
Mantenerse alertas
Solo por curiosidad, anoto que actualmente esta tecnología es capaz de ayudar a desarrollar un negocio, como construir una página web, organizar los tiempos, realizar logotipos y nombres, generar boletines y hasta dar consultas legales, por supuesto, detrás de esto aún está la mano del ser humano, pero no dejo de pensar en lo que vi alguna vez en una película infantil, donde las personas era manipuladas por una máquina tan inteligente que solo otra máquina fue capaz de vencerla.
Pero volviendo a la realidad, es obvio que los adultos somos los primeros responsables de la conducta de los menores.
Si queremos que tomen decisiones prudentes y honestas, es necesario que estemos alerta y no seamos apáticos, porque todo lo que no hagamos por ellos derivará en situaciones negativas, y finalmente, esa indiferencia nos será tomada en cuenta por Dios.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 21 de mayo de 2023 No. 1454