Por P. Fernando Pascual
Diversos programas o páginas de Internet, que reciben en ocasiones el nombre de “inteligencia artificial” (abreviada como IA), ofrecen respuestas a todo tipo de preguntas, elaboran discursos, preparan trabajos, incluso diseñan cuadros.
Esas páginas, en la mayoría de los casos, simplemente usan y recopilan informaciones que están presentes en el inmenso océano de Internet.
En ocasiones, copian y relanzan lo que encuentran en Wikipedia, o en libros online, o en artículos, o en blogs, o en otras páginas de diverso tipo.
De este modo, se hace evidente algo que desde hace años ha sido analizado por diversos autores: en Internet encontramos lo que otros han puesto en la red.
La IA, trabajando como trabajan los buscadores, simplemente refleja lo que está ahí, gracias a quienes han generado y hecho público un número enorme de contenidos.
Es cierto que la IA puede ir más allá de lo que encuentra, incluso “crear” o “inventar” datos (algo que provocaría no pocos problemas).
Pero quienes conocen bien ciertos temas, y quienes tienen acceso a las fuentes que cita la IA, se dan cuenta en seguida de la importancia de lo que ya existe en Internet, también respecto a esta “novedad” de la IA.
Reconocer este hecho puede convertirse en una doble invitación. La primera: ofrecer con generosidad, calidad y competencia, aquellas investigaciones y conocimientos que, basados en la verdad, puedan servir a otros.
La segunda: buscar modos concretos para contrarrestar informaciones distorsionadas, que llevan a la IA, a Wikipedia, y a otros proyectos parecidos, a reproducir una y otra vez errores que merecen ser desmentidos con rapidez.
Lo que dice la IA, vale la pena recordarlo, es lo que otros han dicho antes. Por eso, en un mundo donde tantos divulgan todo tipo de “informaciones”, vale la pena un esfuerzo individual y corporativo que asuma aquella vieja y siempre actual consigna de Sócrates: denunciar el error, y buscar y difundir solo aquello que nos acerque a la verdad…
Imagen de Tung Nguyen en Pixabay