Por Arturo Zárate Ruiz

Los Día de la Madre suelo recordar un cuento de ciencia ficción de Olga Fresnillo, Premio Nacional Puebla 1992. En él, la reynosense pinta una sociedad que, para borrar desigualdades, elimina la misma noción de sexo.  Para lograrlo, las mujeres debieron poner fin al último “constructo genérico”, la maternidad.  Solo así se verían “liberadas” por completo, pues esa tarea les dificultaba participar en el aparato productivo por largos y valiosos meses.

Sucedió que “los avances… les permitieron procrear dentro de la intimidad de un tubo de ensayo (‘in vitro’, se le había llamado).  Después se ofendieron al ver que una máquina, con un líquido rico en sustancias nutritivas, hacía posible el desarrollo de un bebé, de principio a fin y sin necesidad de una madre…. Sin embargo, la lógica se impuso y las personas del género femenino acabaron por comprender que su valía no radicaba en la reproducción y que estaban en absoluta libertad para emprender tareas trascendentes sin…las ataduras de la maternidad.”

Pero, en el cuento, la mujer no se iguala al hombre. Conquista el poder y ahora domina al hombre a tal punto que se da el lujo de tratarlo con exquisita condescendencia, por ejemplo, le permite ocupar la Presidencia del país: “acción afirmativa”, pero al revés.

Ciertamente, no hay una preocupación real de las dominantes por permitirle al hombre tareas “trascendentes”.  Ni las serviles le tocan, sólo las prescindibles: “todos desempeñaban labores que cualquier máquina rudimentaria podía realizar, su fin era, en realidad, el de darle un ambiente diferente al negocio”.  Es él mera figura decorativa. No nos debe sorprender que a las mujeres ni se les antojen los varones.  Tras dejar ellas la sumisión, les espantó el verla.  Por ello ahora prefieren el abrazarse entre sí.

Pero la abolición de la maternidad parecía no funcionar. Las criaturas se producían por catálogo, por ingeniería genética.  En consecuencia, “la sociedad estaba poblada por seres cada vez más parecidos” según las modas. “Los rubios de ojos claros estaban definitivamente relegados.  Los negros de pelo lacio, ojos rasgados y facciones exquisitas caían poco a poco en desgracia.  Definitivamente (y quien sabe por cuánto tiempo) la vanguardia estaba en gestar niños en el cuerpo, como dejara de hacerse por razones casi olvidadas”.

Surge así una novedosa clínica de “maternidad”.  Allí los ahora homosexuales hombres se desaburren mediante embarazos y partos artificiales.  “Los parturientos… querían dar a luz con dolor, entre seres humanos y rodeados de una atmósfera ajena a su vida diaria….”, ajena a una sociedad que “se reprodujo por pedido, tal como se hiciera antiguamente con los autos de lujo, y, después, al mayoreo, para distribuirse en los grandes almacenes.”

Pero sus embarazos tampoco funcionaban. “Los movimientos cimbreantes de las caderas estrechas” de un hombre dando a luz “lo confirmaban” no como un buen parturiento, sino “como un buen bailarín de striptease”. Los bebés se extraían de su “maltrecha cavidad abdominal”… tras “retirar el trasplante de tejido sintético uterino”.  Es más, “Era todo un espectáculo ver a los nodrizos, gordos vanamente a fuerza de tanto atole…, tomar en sus redondos brazos a los bebés y casi asfixiarlos con las dadivosas prótesis” que simulaban el pecho de una madre.

Al final del cuento, ocurre lo “inconcebible”.  Un hombre, embaraza a una mujer y ésta acude a la clínica para dar la luz.   Entonces, el afeminado obstetra se sorprende porque “el vientre se prolongaba hasta el pecho y las amplias caderas daban cabida al nuevo ser con una naturalidad” asombrosa…  “Admiró los pechos cruzados de venas azulosas y rematados por unos botones rosáceos, a punto de reventar y dejar correr el calostro.  Los alumbramientos que él había propiciado hasta ese día le parecieron caricaturas ridículas y pretenciosas”.  Sin que lo especifique Fresnillo, se inicia una gran crisis política porque este afeminado cae en cuenta que la maternidad de la mujer, es más, el ser mujer (y en consecuencia, el ser hombre) no es mero “constructo genérico”, sino algo real, correcto, propio y muy bello.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 7 de mayo de 2023 No. 1452

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