La lectura en la primera infancia marca toda la diferencia.
Por Rubicela Muñiz
Así como son importantes los hábitos de sueño, de los alimentos, el aprendizaje de ritmos y el posterior manejo de emociones en la primera infancia, también es importante trabajar en el hábito de la lectura. Pues como dice la psicóloga británica que investiga y escribe extensamente sobre temas de crianza desde la perspectiva del desarrollo infantil: “Nunca es demasiado temprano para compartir un libro con los niños. Si aguardamos a que sepan leer para hacerlo, es como si esperáramos a que él supiera hablar para hablarle”.
Así que no hay que esperar a que los niños alcancen cierta edad para comenzarles a leer. Yo sé que a veces el ajetreo de la rutina diaria nos puede apartar de ese momento y no hacerlo prioridad pero, de verdad, los resultados son muy buenos. Mi hija Sofía, de ahora 13 años, siempre me animaba a leerle antes de dormir. Compramos muchos libros propios de su edad en su momento y, conforme iba creciendo, los actualizábamos. La lectura a esa hora era obligada. En tanto con mi hijo Josué, dos años menor, no que no haya querido leerle antes de dormir, sino que él se dormía con mayor facilidad, no había necesidad de arrullo, pero durante el día no me daba el tiempo para reforzar esa parte.
El resultado: una hija con un amplio vocabulario, lectura fluida, que se expresa con claridad, sin muletillas y que tiene buena capacidad de comprensión, tanta, que en ocasiones me genera cierta “envidia” lo bien que explica el libro que leyó, la película o la serie que vio. A Josué le interesaba más el juego (algo muy natural) pero mi error fue no llevarlo por el mismo camino, no hacer un espacio para la lectura durante el día, solo para él.
A ambos les leía cuentos cortos, largos, animados en 3D o de simples imágenes que resultaban muy divertidos. Aún recuerdo algunos títulos como Matías y el color del cielo, Estoy aburrida, La sorpresa, Luzía, Fonchito y la luna. Tardaban semanas eligiendo el mismo y seguían reaccionando de la misma manera: intrigados, atentos, sorprendidos.
Como acostumbrábamos a leer en la habitación de Sofía, a Josué pronto le daba sueño y se iba a su cama, mientras que su hermana esperaba siempre hasta el final de la lectura para después hacer múltiples preguntas.
Así, conforme creció, su interés aumentó y pasó de los cuentos a literatura de autores como Mario Vargas Llosa, Oscar Wilde, y títulos como Mujercitas, Romeo y Julieta, La divina comedia, Frankenstein, El principito, Moby-Dick, El diario de Ana Frank, Drácula, El jinete sin cabeza, Viaje al centro de la tierra, todos los clásicos de princesas, entre muchos más. También llegó el gusto por las revistas, el manga y la lectura digital.
Entonces, solo basta con abrir un pequeño espacio para adentrarlos en el mundo de las letras. Si bien en la escuela se les enseñan las técnicas para que comiencen a leer y escribir, somos nosotros, los padres, quienes debemos reforzar el hábito de la lectura. La mayoría de las veces resulta mucho más caro un videojuego que un buen libro.
Pero afortunadamente siempre hay tiempo para enmendar los errores y nos propusimos ser ejemplo para Josué, que nos viera disfrutar un libro para que, sin imposición, tomara la iniciativa. Así, un día esculcó los libros de su hermana y comenzó a leer Drácula, después tomó El diario de Ana Frank y El caballero de la armadura oxidada. Y recientemente compra los libros de los Compas, un grupo de youtubers de España, Colombia, Ecuador y México, que comparten contenido de videojuegos especialmente de Minecraft y Roblox y que desde el 2018 entraron al mundo editorial con historias de ficción.
Yo no tenía idea de su existencia, hasta que un día Josué se mostró muy insistente por tenerlos. Entonces tuve que investigar quiénes eran, quién los escribía y, aunque probablemente no lleguen a ser un clásico de la literatura, sí que han sido bien recibidos por sus millones de suscriptores debido a que son divertidos, llenos de acción y aventura.
Leer es una actividad que muchos consideran ociosa o inútil, pero lo cierto es que posee un valor social invaluable: nos hace más empáticos, más dispuestos a escuchar y entender a los otros. Las ficciones nos enseñan a nombrar nuestras angustias y también cómo enfrentar y compartir nuestros problemas cotidianos. No dejemos perder este hábito, sobre todo entre los cercanos.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 25 de junio de 2023 No. 1459