Por Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa
Dejemos la caja fuerte de los recuerdos o en la bodega de las cosas inusuales, la amable expresión de ayer: “Hogar, dulce hogar”. La dulzura se volvió amarga en los últimos años. Tanto así, que fue necesario crear en la ciudad de México, el Consejo para la Asistencia y la Prevención de la Violencia Intrafamiliar, institución que haría falta, cuanto antes, en otras ciudades del país.
La violencia de la calle y del ambiente se coló a la intimidad de la casa, donde ya no es un desconocido asaltante, sino un pariente cercano, el que recurre a los golpes y a los insultos, capaz de dejar huellas en el cuerpo y en el espíritu. El hogar es hoy por hoy, y hoy por mañana, una arena de box, cuadrilátero de lucha libre sin límite de tiempo, máscara contra cabellera, y una exhibición de agravios desde el gancho al hígado al hijo, la patada voladora al cuñado, el candado a la suegra hasta arrojar a la consorte fuera del ring.
Precisamente este Consejo acaba de revelarnos que de 1990 a junio de 1997, se han registrado más de cien mil denuncias de violencia dentro de la familia y que nueve de cada diez personas afectadas son mujeres. ¿Afectadas por quién? Por hombres muy valientes que descargan iras, complejos y alcoholes contra quienes, un día, fueron sus idolatradas esposas. ¿Cuántas denuncias serán en toda la nación?
La más frecuente violencia es la verbal, la ofensa, la recriminación, el grito, la cascada de maldiciones, la discusión hostil entre esposo y esposa, entre padres e hijos, entre hermanos y hermanos. Todos contra todos en plena lucha campal.
De las palabras se pasan a los golpes. Golpes del marido a la mujer, del hermano mayor al menor, de la madre al hijo por no saber educarlo, con lo que consigue, en un futuro, que los hijos se vuelvan tímidos o violentos.
Tales conflictos repetidos días tras días, así en clases altas, medias y proletarias, exhiben, una vez más, la crisis por la que atraviesa la familia, que es una crisis de amor. Y el amor significa, como escribe el filósofo francés Gabriel Marcel, que “tú no debes morir nunca”.
Publicado en El Sol de México, 17 de julio de 1997; El Sol de San Luis, 19 de julio de 1997.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 18 de junio de 2023 No. 1458