Por P. Fernando Pascual
Produce paz y alegría encontrarse, a nivel individual y en grupo, con personas amables, sobre todo en un mundo donde no faltan tensiones a causa de personas violentas o difíciles.
Una persona amable muestra simpatía hacia los otros, sabe escuchar, vive abierta a lo que otros proponen, colabora en lo que está de su parte.
Una persona amable sabe ponerse por encima de conflictos dañinos y, en no pocas ocasiones, absurdos, porque no queda clavada en las tensiones, sino que va más allá de los enfrentamientos.
Una persona amable tiene más facilidades para perdonar, sobre todo cuando reconoce que el otro necesita el gran regalo de un perdón generoso y sincero.
No resulta fácil encontrar personas amables. Ello las hace mucho más valiosas, porque generan en la familia, en el trabajo, en diversos encuentros humanos, un clima de paz y de respeto.
Si nos alegra estar con una persona amable, si nos hace más bella la vida en sus diversas situaciones, ¿no podríamos preguntarnos cómo lograr nosotros mismos ser un poco más amables?
No resulta fácil, sobre todo si tenemos un modo de ser endurecido, que nos lleva a respuestas y a actitudes que no promueven armonía y afecto hacia otros.
Pero si trabajamos sobre nosotros mismos, para controlar palabras que pueden ser dañinas, para evitar actos que agravan situaciones ya de por sí difíciles, podremos acercarnos poco a poco al modelo de amabilidad que tanto hace falta.
Podemos, además, pedir en la oración a Dios la gracia de un corazón benévolo, fuerte para resistir a las provocaciones, generoso para percibir las necesidades de otros, capaz de dar el gran paso del perdón.
Cristo mismo nos enseña cómo es posible vivir de modo amable, manso, humilde. Incluso nos pide que le imitemos en esas virtudes (cf. Mt 11,29) y que seamos misericordiosos y compasivos como el Padre (cf. Lc 6,36).
Con la ayuda de Dios, y desde el ejemplo de tantas personas amables y promotoras de paz, aprenderemos a dejar a un lado todo aquello que daña a otros, y promoveremos todo aquello que une, desde el verdadero amor que perdona, que soporta, que ayuda, que genera belleza y cariño entre quienes nos rodean.