Editorial
La guerra que estamos enfrentando es la de la cultura postmoderna que supone a la familia como estorbo medular de “la libertad” humana. Lo que éramos y nos daba cohesión comienza a secarse.
El promedio de lectura va a la baja. Las estrellas de la farándula se mantienen en el liderato de la popularidad y son las que pautan no sólo la compra de ropa sino la elección de pareja, del tipo de relaciones, de las ofensas y las desobediencias a los padres, de la correspondencia entre derechos y deberes.
El poeta español Federico García Lorca decía que, si a él le fuera concedida la calamidad del hambre, saldría a pedir “medio pan y un libro”. Hay que recoger ese pregón. Hay que hacerlo con quienes nos lo piden. Y con quienes no lo saben hacer, pero lo desean vivamente. Hay que ganar la batalla cultural desde la propia cultura. También, desde la presión al Estado para que garantice el desarrollo cultural de la sociedad, frente al desarrollo exponencial del mercado.
Existe un sistema de medios informativos cada día más complejo (y más superficial) que ha contribuido a que el oído se endurezca. No se escuchan las respuestas de la cultura para reconocer a la familia, perpetuarla, honrarla en su inmenso valor como formadora de mujeres y hombres libres. Según el Papa Benedicto XVI, la tragedia de Occidente: resulta de que tenemos el oído hecho piedra. Y quien no oye, no entiende. Y quien no entiende, no obedece a sus padres, a sus maestros, a su autoridad, a Dios mismo. Quien no oye está solo. Aunque esté en la multitud de la red social, del chat, del vocerío infinito.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 11 de junio de 2023 No. 1457