Por Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa
A ustedes, las madres, las esposas, los hijos de miles de mexicanos que un día emigraron al Otro Lado sin más pasaporte que la esperanza de encontrar allá algún trabajo que los sacara de pobres y enviar a ustedes un money order con que pudieran medio vivir.
Todo comenzó con la pena de la separación, cuando Pedro, Juan, Candelario les avisó a ustedes que se iba, vendió sus animales, pidió prestado, se endrogó con el compadre y, sin más ropa que la que traía puesta, unos cuantos pesos en la bolsa y un montón de ilusiones, se marchó en el autobús de segunda, la mordida a los polleros, el paso del Río a la media noche, los mojados, el brinco de la alambrada, los alambres, la camioneta de los enganchadores rodando por carreteras troncales, los faros de la policía, la zozobra y el tabaco nervioso y proletario, la nueva tierra, los anuncios incomprensibles, la gente rubia y vitaminada.
Pedro, Juan, Candelario ante un mundo desconocido y repelente, David contra Goliat, ciegos y mudos en la nación más poderosa que pretendían conquistar lavando platos en el restaurante o recogiendo lechugas en los inmensos campos; porque sólo eran braceros, reducidos a fuerza muscular para los trabajos más humildes y pesados. Y mal remunerados.
Un día llegó del Otro Lado, la primera carta garabateada con letras de segundo año de Pedro, Juan, Candelario. Ahí les mando eso poco que he conseguido, la cosa está rete dura por aquí y la calor que hace, pero primero Dios, ya me ocuparon. Me saludan a los niños y a la Isabel.
Luego siguieron llegando cheques con cierta regularidad. Se pagaron las deudas, se remendaron los niños, se vivía. Pero se extrañaba al padre, al esposo, al hijo. Un día llegarán con sus ahorros y pondrán un negocito, comprar unas vacas, abrir una tiendita de abarrotes, ya verán ustedes cómo ahora sí salimos de pobres. De pronto, la “Ley de Inmigración Ilegal y Responsabilidad de los Inmigrantes”, que ya entró en vigor en todas sus partes. Que van a echar, como si fueran cosas, a Pedro, Juan, Candelario. Ya no llegará el money order. Ya no comprarán las vacas ni abrirán la tienda. Ustedes no saldrán de pobres, porque otros no quieren salir de ricos.
Publicado en El Sol de San Luis, 3 de mayo de 1997.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 9 de julio de 2023 No. 1461