Por P. Fernando Pascual

Queremos ser libres. No siempre sabemos cómo lograrlo en plenitud. Porque no hay libertad auténtica cuando falta la conexión con su fundamento: la verdad.

Si, además, recordamos que Cristo es la verdad, entonces solo llegamos a ser plenamente libres cuando aceptamos en nuestras vidas a Cristo.

Son ideas que se encuentran en un discurso del Papa Benedicto XVI pronunciado durante un encuentro en Nueva York con jóvenes y seminaristas, el 19 de abril de 2008.

El Papa comenzaba con estas ideas: “¿Han notado ustedes que, con frecuencia, se reivindica la libertad sin hacer jamás referencia a la verdad de la persona humana? Hay quien afirma hoy que el respeto a la libertad del individuo hace que sea erróneo buscar la verdad, incluida la verdad sobre lo que es el bien”.

Además, Benedicto XVI recordaba cómo, para algunos, “hablar de la verdad se considera como una fuente de discusiones o de divisiones y, por tanto, es mejor relegar este tema al ámbito privado”.

Para quienes ven la verdad como “peligrosa”, sería mejor dejarla a un lado, de forma que, al dar “un valor indiscriminado a todo, se asegura la libertad y se libera la conciencia. A esto llamamos relativismo”.

Surgen, entonces, las preguntas que expuso el Papa: “Pero, ¿qué objeto tiene una libertad que, ignorando la verdad, persigue lo que es falso o injusto? ¿A cuántos jóvenes se les ha tendido una mano que, en nombre de la libertad o de una experiencia, los ha llevado al consumo habitual de estupefacientes, a la confusión moral o intelectual, a la violencia, a la pérdida del respeto por sí mismos, a la desesperación incluso y, de este modo, trágicamente, al suicidio?”

Quien deja la verdad a un lado queda expuesto, por lo tanto, a un sinfín de peligros, conectados en buena parte con el relativismo.

Frente a esos peligros, Benedicto XVI ofrecía una propuesta que surge directamente del Evangelio: “Queridos amigos, la verdad no es una imposición. Tampoco es un mero conjunto de reglas. Es el descubrimiento de Alguien que jamás nos traiciona; de Alguien del que siempre podemos fiarnos. Buscando la verdad llegamos a vivir basados en la fe porque, en definitiva, la verdad es una persona: Jesucristo”.

Quien se abre a Dios, quien acepta a Cristo, llega a conseguir una libertad auténtica. Así concluía el Papa sus reflexiones sobre este punto: “Ésta es la razón por la que la auténtica libertad no es optar por desentenderse de. Es decidir comprometerse con; nada menos que salir de sí mismos y ser incorporados en el ser para los otros de Cristo (cf. Spe salvi, 28)”.

Cristo, libertad y verdad: son realidades unidas entre sí. Son un programa para que la vida de cada ser humano, joven o adulto, avance hacia el bien, hacia la belleza, hacia la justicia. Solo entonces estamos seguros de haber encontrado a quien es, plenamente, “el Camino, la Verdad y la Vida” (Jn 14,6).

 
Imagen de Pexels en Pixabay


 

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