Por P. Fernando Pascual
El fetichismo de la ciencia, según denunciaba hace años el filósofo Dietrich von Hildebrand (1889-1977), se produce cuando intentamos reducir todos los saberes humanos al modo de trabajar de las ciencias naturales.
Tal fetichismo surge, en buena parte, al constatar los enormes progresos de la investigación científica. Su método, basado en observaciones medibles, que pueden ser repetidas por estudiosos diferentes, ha logrado y logra numerosos éxitos.
Pero no todo se puede medir según pesos y medidas, según parámetros que se plasman en números, estadísticas, gráficos, y otros aspectos que se consiguen gracias a microscopios, telescopios, probetas, y los diferentes aparatos usados por la comunidad científica.
Basta con pensar en la ética, en el amor, en la justicia, en la misma idea de verdad, para abrirnos a un horizonte que va más allá de lo que puede ser medido y observado empíricamente.
Por eso, conserva una sorprendente actualidad la famosa observación de Aristóteles, que distinguía diferentes modos de acceder al conocimiento de las realidades según los diferentes ámbitos de observación.
Como explicaba al inicio de la Ética nicomáquea, no se pide a quien es competente en retórica que use razonamientos matemáticos, ni a un matemático que recurra a los métodos de los oradores.
Una amplia corriente de la modernidad ha olvidado la idea de Aristóteles y ha buscado canalizar lo que pretenda ser serio y verdadero a lo empírico, de manera que un mundo enorme de pensamientos y de desarrollos culturales quedaban totalmente fuera de lo “serio” y de lo “verificable”.
En diversos momentos de la historia hemos constatado los enormes daños que los reduccionismos de cualquier tipo han provocado, incluso la muerte de millones de seres humanos. Son un testimonio de ello los dramas terribles provocados por el reduccionismo racista en la Alemania nazi o por el reduccionismo comunista de la Unión Soviética y de otros Estados sometidos a las teorías marxistas.
En cambio, quienes no incurren en el fetichismo científico, son capaces de acercarse a los diferentes ámbitos con metodologías apropiadas, entre las que destaca la filosofía, que va mucho más allá de lo que puede alcanzar el experimentador de laboratorio.
Solo este tipo de acercamientos ayuda a mejorar los modos de pensar y de comprender las realidades, especialmente la del ser humano, con sus misterios, su complejidad, y su condición de creatura libre, llamada a buscar la verdad y a abrirse al horizonte de una vida auténticamente ética, orientada a alcanzar el bien y la justicia.
Imagen de Sergei Tokmakov en Pixabay