Por P. Fernando Pascual
En muchas ocasiones resulta difícil, casi imposible, ponernos de acuerdo. En otras, por el contrario, bastan pocas aclaraciones para alcanzar un acuerdo razonable.
Por ejemplo, no nos ponemos de acuerdo en familia sobre cuál sería el mejor candidato para estas elecciones, pero sí nos ponemos de acuerdo sobre la mejor dieta para esta semana.
¿Qué significa ponernos de acuerdo? Significa que aceptamos una misma idea, un mismo propósito, una misma actividad, porque coincidimos al pensar que sea algo bueno, bello, justo.
Pero no siempre una misma idea es compartida, y entonces empiezan las discusiones, a veces los enfados, y, por desgracia, también agresiones verbales (esperamos que no inicien agresiones físicas…).
Los motivos para no estar de acuerdo son numerosos: porque el asunto es difícil, porque algunos (o todos) los que dialogan tienen prejuicios, o simplemente porque algún interés personal nos hace ir en contra de lo propuesto por el otro.
También son variados los motivos que nos llevan a estar de acuerdo: porque el asunto es evidente, o porque no queremos discutir, o, por desgracia, para engañar al otro ahora y luego llevarle hacia lo que realmente nos interesa.
El panorama se hace más complejo cuando reconocemos que no basta con estar de acuerdo para que algo sea verdadero, o bueno, o conveniente. A veces el equipo médico se pone de acuerdo en emprender una operación que, luego, resulta ser claramente dañina para el enfermo.
De ahí surge un deseo íntimo de los corazones: encontrar caminos para ponernos de acuerdo respecto de lo que sea “verdaderamente verdadero”, y no solo respecto de lo que lo parezca.
Ello exige, en algunos temas, un esfuerzo no pequeño, que ha de ser acompañado por honestidad interior, por dejar a un lado trincheras o deseos de ganar (como si dar la razón al otro fuese una derrota), y por conseguir la mayor claridad posible a la hora de hablar y de escuchar.
A pesar de las diversas dificultades, es hermoso superar las contraposiciones con buenos diálogos y con aperturas interiores. De este modo, quedarán a un lado prejuicios y malentendidos, y las personas y los grupos avanzarán, en un espíritu de colaboración sincera y seria, hacia verdades que nos permiten, “realmente”, ponernos de acuerdo…
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