El mundo mira distraído por las guerras, el cambio climático o la amenaza nuclear el drama de los niños migrantes, ya sea en el Mediterráneo como en la frontera entre México y Estados Unidos. En una edición más de la tragedia mediterránea, el Papa Francisco ha vuelto a hacer un llamado urgente al corazón de los pueblos y de los hombres: no podemos dejar de llorar esta catástrofe.
El Observador / Redacción
Según Save the Children, la organización internacional que trabaja para salvar a los niños en peligro, más de 2.000 personas podrían haber muerto o desaparecido intentando cruzar el Mediterráneo desde principios de 2023. Cifras que corren el riesgo de convertir el año en curso en el peor en cuanto a víctimas desde 2016. Del naufragio de Cutro al de Grecia, pasando por las repetidas tragedias frente a Lampedusa.
Francisco: no a la globalización de la indiferencia
El Papa Francisco nunca ha dejado de alzar su voz en defensa de las numerosas personas que huyen de la guerra, la violencia, la persecución y la pobreza. El 26 de febrero, el mismo día en que más de 70 migrantes a bordo de una embarcación procedente de Turquía murieron frente a las costas de Steccato di Cutro, el Obispo de Roma había expresado su profundo dolor durante el Ángelus y luego volvió, una semana más tarde, de nuevo desde la ventana del palacio apostólico para implorar: “¡Que los viajes de la esperanza no se transformen nunca más en viajes de la muerte! ¡Que las aguas límpidas del Mediterráneo no se llenen más de sangre con incidentes tan dramáticos!”. Invitando a rezar por las demasiadas víctimas del mar, el Pontífice había pedido también no ceder a la tentación de la costumbre, a la “globalización de la indiferencia” repetidamente denunciada: “ Que el Señor nos dé la fuerza de entender y de llorar”.
Saber llorar por la muerte de inocentes
Pocos días después de la masacre, un fragmento de madera de la barcaza Cutro fue donado por algunos sacerdotes de la diócesis de Crotone al Papa, que al comienzo de su ministerio, el 8 de julio de 2013, fue a Lampedusa, escenario de una masacre de más de 300 hombres que murieron en el mar. En el décimo aniversario de aquella visita, hace un mes, el Papa escribió una carta al arzobispo de Agrigento, Alessandro Damiano: “Nos estremecen las masacres silenciosas ante las que aún se permanece impotentes y atónitos”, se lee: “Es la vergüenza de una sociedad que ya no sabe llorar y compadecerse de los demás”. “La muerte de inocentes, principalmente niños, en busca de una existencia más serena, lejos de guerras y violencias, es un grito doloroso y ensordecedor que no puede dejarnos indiferentes”. En la carta, Francisco vuelve a pedir un cambio de actitud: “El hermano que llama a la puerta es digno de amor, de acogida y de toda atención. Es un hermano que, como yo, ha sido puesto en la tierra para gozar de lo que allí existe y para compartirlo en comunión”.
No al miedo y a la lógica partidista
Diez años después de una visita que ha quedado grabada en la memoria, los habitantes de Lampedusa han vuelto a recibir el agradecimiento del Papa junto con la admonición de “no permanecer aprisionados en el miedo o en la lógica partidaria”, y el aliento a ser “cristianos capaces de fecundar con la riqueza espiritual del Evangelio” una “Isla, enclavada en el corazón del Mare Nostrum, para que vuelva a brillar con su belleza original”.
El llamamiento del Santo Padre a “hacer todo lo posible para evitar tragedias similares” tuvo eco también tras el gravísimo naufragio, probablemente el más grave de los últimos años, cuya dinámica aún no se ha esclarecido, ocurrido frente a las costas de Pilos, en el Peloponeso, en la noche entre el 14 al 15 de junio pasado, cuando un pesquero que partió de la costa libia con 750 personas a bordo naufragó, causando alrededor de 600 muertos y desaparecidos.
No son números, son hermanos
“Miremos el rostro de los niños”, había dicho también Francisco en Lesbos en 2021: “No escapemos rápidamente de las crudas imágenes de sus pequeños cuerpos sin vida en las playas. ¡Detengamos este naufragio de civilización!”. Palabras que recuerdan las pronunciadas en Malta en 2022: “Para salvarnos del naufragio que corre el riesgo de hundir la nave de nuestra civilización debemos comportarnos con humanidad, mirando a las personas no como números, sino como lo que son: hermanos y hermanas”.
Información de Vatican News
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 20 de agosto de 2023 No. 1467