Por Monseñor Joaquín Antonio Peñalosa
“La historia, en una sonrisa, ha querido poner, en los más sagrados de nuestros cultos nacionales, la imagen del hombre más simpático, más ágil de acción y de pensamiento, amigo de los buenos libros y de los buenos viñedos, valiente y galante, poeta y agricultor, sencillo vecino para todos los días y héroe incomparable a la hora de las batallas”. Preciosa semblanza que, sobre el padre Hidalgo, nos dejó Alfonso Reyes en su discurso pronunciado el 8 de mayo de 1939 en la Universidad Michoacana de San Nicolás de Hidalgo.
Entre tantos adjetivos de que es merecedor, debemos a Hidalgo el de libertador de los esclavos. Tres documentos promulgó para devolver a quienes eran comprados y retenidos como bestias y cosas la aureola esencial de su ser de hombres.
Fue el primero, el bando de abolición de la esclavitud que en “puntual cumplimiento de las sabias y piadosas disposiciones del Excmo. Sr. Capitán General de la Nación Americana, Dr. D. Miguel Hidalgo y Costilla”, publicó en Valladolid el 19 de octubre de 1810, don José María Ansorena Caballero. En este bando se previene “a todos los dueños de esclavos y esclavas que luego inmediatamente que llegue a su noticia esta plausible orden superior, los pongan en libertad…; y no lo haciendo así los citados dueños de esclavos y esclavas, sufrirán irremisiblemente la pena capital y confiscación de todos sus bienes”. No podía ser más terminante la disposición, ni mucho menos un ave de paso en el pensamiento y en la acción del libertador de hombres y de pueblos.
A su llegada a Guadalajara, expide con fecha del 29 de noviembre de 1810, otro bando en que declara que “siendo contra los clamores de la naturaleza, el vender a los hombres, quedan abolidas las leyes de la esclavitud, no solo en cuanto al tráfico y comercio que se hacía de ellos, sino también por lo relativo a las adquisiciones…; deberán los amos, sean americanos o europeos, darles libertad dentro del término de diez días, so pena de muerte, que por inobservancia de este artículo se les aplicará”.
Durante su estancia en Guadalajara, Hidalgo vuelve a insistir en la libertad de esclavos. El 6 de diciembre de 1810, publica el tercer bando en el que declara “que todos los dueños de esclavos deberán ponerlos en libertad dentro del término de diez días, so pena de muerte, la que se les aplicará por transgresión de este artículo”.
Hoy surgen otros tipos de esclavitud más sutiles, más camuflados, pero no menos atentatorios de la libertad. Se comercia con la carne humana. Se compra y se vende la voz humana o el silencio. Se llevan a pública subasta, las conciencias y las convicciones. La libertad integral sigue siendo un sueño y un reto, una hazaña por consumar.
Vuelve a tomar la palabra Alfonso Reyes en aquel discurso memorable: “No podemos descansar aún, como aún no descansa Hidalgo. Hidalgo tiene todavía mucho que hacer entre nosotros. Hidalgo no se ha quitado todavía las botas de campaña”.
Artículo publicado en El Sol de San Luis, 16 de septiembre de 1989.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 10 de septiembre de 2023 No. 1470