Por Raúl Espinoza Aguilera
En este sexenio en que se pretende envenenar a nuestra niñez y adolescencia con conceptos de la doctrina marxista y de “ideología de género”, es generalizado el descontento e inconformidad de los padres de familia. Lo más lamentable es que esos pequeños no tienen criterio ni capacidad de discernimiento y se les pretende imponer ideas muy ajenas a la formación que han recibido en sus casas. Como ocurrió en la URSS en tiempos de Vladimir Lenin, José Stalin, Leonid Brézhnev, etc. Todos estos hechos trajeron a mi mente la fuerte presión en la UNAM por contagiarte de marxismo-leninismo.
Grandes maestros
Corría el año 1972, cuando inicié la Carrera de Lengua y Literaturas Hispánicas en la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM. Reconozco que me presenté a las aulas con la ilusión de aprender la literatura de los clásicos. Gracias al maestro Arturo Souto, me adentré en la Generación del ‘98 con el notable poeta de Castilla, Antonio Machado, Miguel de Unamuno, Azorín, Rubén Darío, Pío Baroja, Juan Ramón Jiménez y un largo etcétera.
Todos estos personajes eran literatos, filósofos y pensadores, tal vez por eso me atraían tanto. Por cierto, mi tesis la escribí sobre “El Tiempo, el Amor y la Muerte en la Poesía de Antonio Machado”” por parecerme un humanista profundo y reflexivo. Otros maestros brillantes fueron, el doctor en Lingüística, Juan M. Lope Blanch, el poeta Eduardo Lizalde, el doctor en Filosofía, Jaime Labastida, Ernesto Mejía Sánchez, experto en Literatura Latinoamericana, Laura Trejo, especialista en Literatura Medieval. Tuve a algunos conferencistas destacados, como Juan José Arreola, el poeta Carlos Pellicer, Rubén Bonifaz Nuño, erudito en latín, Margo Glantz, analista de obras literarias…
Lectura de los autores modernos
La gran mayoría eran autores de libros, o redactaban libros de texto para los alumnos, o bien, escribían en revistas de prestigio internacional. Dicho en otras palabras, esta Facultad gozaba de un notable prestigio académico. Por ejemplo, yo redactaba con poca claridad y con la lectura de Azorín (José Martínez Ruiz), el poeta Antonio Machado y Pío Baroja me ayudaron a ser más sencillo. ¿Cómo? Escribiendo sujeto, verbo y predicado, nada más.
Entre las obras más destacadas de Azorín se encuentran “La Ruta de Don Quijote”, “Castilla”, “Un pueblecito. Río Frío de Ávila”. Curiosamente en sus obras menos conocidas, Azorín nos da una cátedra del dominio del idioma. De igual forma, me parecen admirables algunas obras de Camilo José Cela (desde luego no todas), como: “Viaje a la Alcarria”, en la que nos va describiendo paisajes y personajes tan ordinarios y sencillos como divertidos. Particular gracia me causó leer sus “Escenas Matritentes” en la que nos describe con maestría y soltura los diversos oficios en la zona céntrica de Madrid, así como el modo tan pintoresco de expresarse.
El empuje del comunismo
Paradójicamente frente a estas luminarias de la Literatura, la Lingüística, la Filosofía y el arte poético, se encontraba un “constante bombardeo de las ideas comunistas”. Recuerdo que algunas maestras y profesores eran militantes comunistas que solían invitarnos a las manifestaciones en el Auditorio “Che Guevara” (antes “Justo Sierra”). Ahí mismo los líderes organizaban paros de 24 o 48 horas. Hubo un paro de varios meses en tiempos del Rector Guillermo Soberón, pero con su habilidad para gobernar a la Máxima Casa de Estudios, ya no hubo más paros.
Recuerdo también que me regalaron “El Libro Rojo de Mao”. Y se vendían las obras completas de Carlos Marx y Federico Engels a sólo veinte pesos que, por supuesto, yo no compré. Tenían pasta dura. Estupenda impresión y letra cómoda para leer. Era evidente que esas publicaciones estaban subsidiadas.
La solución que inventé
Otro tema importante, si no eras marxista, inmediatamente tanto profesores como alumnos discutían conmigo y, casi a la fuerza, te querían convencer. El contraargumento que se me ocurrió fue el siguiente: “Mira yo soy librepensador”.
Pero a los pocos días, volvían a la carga. Entonces lo que se me ocurrió fue buscar a filósofos bien centrados en sus conocimientos, ponerme a estudiar enriquecedores y orientadores libros que ellos me habían recomendado, así como la materia de Lógica para aprender a argumentar correctamente. Eso fue lo que me salvó de no caer en esos enredos de los comunistas.
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 3 de septiembre de 2023 No. 1469