Por P. Fernando Pascual
¿Somos diferentes de los animales? La pregunta parecería extraña para muchos y de fácil respuesta, pero para otros abre un horizonte de posibilidades y reflexiones de gran importancia.
Si somos como los animales, la responsabilidad humana queda diluida: nuestros múltiples comportamientos no tendrían valor ético, como no tienen valor ético los actos de las hormigas o de los tigres.
Si no somos como los animales, se hace necesaria una reflexión que indique cuáles serían nuestras diferencias, en qué estarían fundadas, y qué consecuencias tienen para las normas morales y para la vida social.
Basta con ver cómo juzgamos el comportamiento de un abusador o de un político corrupto para que tengamos que reconocer que tenemos un modo de ser, una esencia, que es diferente de los animales.
Ese modo de ser ha sido explicado a través de algunas tesis fundamentales. Una de ellas, la afirmación de que tenemos una inteligencia. Otra, la constatación de que estamos dotados de una voluntad libre y, por lo tanto, responsable.
Inteligencia y voluntad libre, a su vez, se explican solo si tenemos un alma espiritual, que supera las condiciones y los límites de lo material y de lo biológico.
Sin embargo, no faltan voces que afirman que somos animales, que pertenecemos a la naturaleza, que estamos sometidos a las leyes que controlan todo lo físico y lo biológico. Tales voces argumentan desde la filosofía, o desde la biología, o desde otras disciplinas.
Esas voces, sin embargo, no suelen ser coherentes. Porque si consideramos que no existe diferencia entre hombres y animales, ¿por qué se juzga a un plagiador como delincuente y no se juzga a ninguna serpiente por destruir un nido de jilgueros?
Los seres humanos y los animales, ciertamente, compartimos numerosas características. Incluso la clásica definición del hombre como “animal racional” no oculta nuestra condición biológica.
Pero tenemos algo que nos diferencia de los animales de modo sorprendente y radical. Ese algo exige que busquemos cómo comportarnos correctamente no solo respecto de los otros seres humanos, sino también respecto de las plantas, los animales y el ambiente que nos permiten vivir en esta tierra.
Imagen de Sven Lachmann en Pixabay