El padre Antonio Cano Castillo es sacerdote de la diócesis de Texcoco. Realizó sus estudios de licenciatura en Historia de la Iglesia en la Universidad Gregoriana de Roma, y la maestría y doctorado en Historia de las Civilizaciones en la Escuela de Altos Estudios de París. Coordinador de la Licenciatura en Historia de la Iglesia y de la Maestría en Historia del Catolicismo en México en la facultad de Teología en la Universidad Pontificia de México. Miembro numerario de la Sociedad Mexicana de Historia Eclesiástica. Sus líneas de investigación son la historia del clero secular en la Nueva España, la etnohistoria de la evangelización fundante y la historia de la teología novohispana.

–¿Qué importancia tiene para México la obra humanizadora y misionera de fray Pedro de Gante?

La actividad misionera de fray Pedro contribuyó a la fundación de una Iglesia mexicana centrada en la evangelización que busca la promoción integral del hombre y no solo la administración de los sacramentos. Enseñó además que el diálogo con la cultura de un pueblo es indispensable para anunciar eficazmente las enseñanzas de Jesucristo, razón por la que él mismo aprendió la lengua de los indígenas y sus expresiones religiosas. Su amor por los indios lo llevó a realizar algunas obras de asistencia social, con el fin de dignificar al indígena que había sido vencido por los conquistadores, a través de la fundación de sus escuelas para los niños y jóvenes y de un hospital para la asistencia de los enfermos y necesitados.

–Los tres “lirios de Flandes”, como les llamó Artemio del Valle Arizpe, ¿qué misión habían recibido de la Corona española?

El conquistador Hernán Cortés, en su primera Carta de Relación, solicitó al emperador Carlos V el envío de misioneros para la conversión a la fe cristiana de los indígenas recién conquistados. Es así como el emperador, después de consultar al Papa Adriano VI, envió a tres religiosos de la orden de San Francisco, residentes en Gante, lugar en donde el monarca residía. Los designados fueron Juan de Tecto, prior del convento de Gante, confesor del emperador y exprofesor de la Sorbona de París; Juan de Aora, gran predicador del convento de Brujas y Pedro de Gante, excelente humanista y pariente cercano del emperador Carlos V. La presentación de estos frailes misioneros nos deja ver la calidad de los primeros misioneros que envió el emperador Carlos V para iniciar la conversión de los indígenas de la Nueva España.

–¿Qué lugar ocupa Texcoco en este primer proceso misionero de los frailes franciscanos?

Texcoco, capital del reino de Acolhuacan, era un centro muy importante de la cultura prehispánica, en donde se hablaba y se enseñaba el náhuatl más refinado y se conservaban los archivos que contenían los códices que narraban su cosmovisión, su organización social y política. En este centro de la sabiduría náhuatl, los tres frailes flamencos conocieron las celebraciones en honor de los dioses, escucharon los poemas que Netzahualcóyotl compuso para venerar a Ometeotl, apreciaron la sabiduría de los tlamatinime y entendieron la organización de la sociedad texcocana con sus instituciones educativas y de gobierno. Así pudieron familiarizarse con el pensamiento, lengua y costumbres de los indígenas que los capacitó para entablar un diálogo sereno y respetuoso con la cultura náhuatl, al tomar todos los elementos que les podía ayudar a la presentación de la doctrina cristiana y adaptar el mensaje cristiano en las expresiones culturales del patrimonio náhuatl. Con esta iniciativa, comenzó la “nahuatlización del cristianismo” como queda expresado en el catecismo pictográfico de Pedro de Gante y que los frailes continuaron en los años sucesivos

–¿Qué aspecto de la personalidad de fray Pedro destacaría usted? ¿Educador, misionero, protector de los naturales?

Las tres actividades misioneras de fray Pedro de Gante se relacionan mutuamente. La tarea principal de este insigne misionero franciscano fue la trasmisión de la doctrina cristiana a través de educación integral de los indígenas en sus colegios, con el fin de ofrecerles una formación que promoviera su dignidad como seres humanos y los capacitara para defenderse de las atrocidades que cometieron los encomenderos.

–Finalmente, ¿qué nos dice Fray Pedro hoy a los laicos como discípulos y misioneros para que nuestros pueblos tengan vida?

Pedro de Gante se preocupó por la formación de laicos comprometidos que podrían ayudar a los misioneros en su tarea evangelizadora. En una carta a sus hermanos de Flandes de 1529, informa que educaba a los niños nobles indígenas en los conventos para instruirlos en la fe cristiana con el fin que ellos enseñaran a su vez a sus padres. Escogió a cincuenta alumnos entre los más instruidos para que predicaran los domingos y prepararan a otros indígenas para recibir el bautismo. Así es como estos muchachos llevaban el evangelio a donde los frailes no podían llegar. En su carta a Felipe II en 1558, hablando de los jóvenes formados en San José de los Naturales, Fray Pedro le informaba que los jóvenes egresados del colegio enseñaban la doctrina y predicaban en las poblaciones a donde él no podía llegar.

Este modelo que impulsó el misionero franciscano hace cinco siglos tiene que ayudar a la Iglesia de México a reconocer en los laicos la presencia del Espíritu que suscita los carismas en ellos y los hace edificadores de la Iglesia. Por esta razón es necesario en el trabajo pastoral la formación de líderes laicos capaces de desempeñar los ministerios y otros servicios que sean necesarios para el crecimiento de la Iglesia.

 

Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 17 de septiembre de 2023 No. 1471

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