“La divina aventura” de Nacho Cantú, como él mismo le llama, comenzó el 23 de agosto del 2022. Ese día abrió las puertas de su casa a los primeros migrantes. Desde entonces, el también miembro del Movimiento de los Focolares desde hace más de 40 años, no ha hecho otra cosa que aportar más vida a su vida con tan bellas experiencias. Sabe que es a Jesús mismo a quien recibe y, por ello, deja todo en sus manos.
Por Rubicela Muñiz
-Nacho, ¿cómo inició esta aventura de recibir migrantes en tu casa?
Ha sido una aventura divina. Yo formo parte del Movimiento de los Focolares, entonces, somos una comunidad ecuménica que trabaja mucho por el amor a los demás. O sea, el que todos sean uno. Una comunidad Focolar de Costa Rica nos contactó y nos dijo que venía una familia de venezolanos que había pasado por ese país y que ellos los estaban ayudando pero querían saber si alguien en México los podía apoyar. Lanzaron la convocatoria abierta y yo alcé la mano. Les di mi teléfono y cuando llegaron a territorio mexicano estaban en una situación muy lastimosa porque tenían como treinta días viajando de Venezuela hasta México.
–¿Cómo era esa familia?
Era un matrimonio con sus tres hijos. Cuando contactaron conmigo estaban en Chiapas en un albergue con cientos de indocumentados. Con ayuda de otros amigos pudieron llegar hasta mi casa aquí en Querétaro. Después de descansar, alimentarse y pasar unos días acá, pudieron llegar a Estados Unidos. Ahora Jesús, el padre de la familia, ya tiene trabajo, tienen donde vivir y hasta una camioneta se compró.
-¿Qué pensaste cuando los viste en tu puerta?
Pensé: “es la familia de Nazaret que va en huida a Egipto y yo no les voy a cerrar la puerta; es un regalo que Dios me está dando”. Afortunadamente tengo a otros amigos de la comunidad Focolar que se han ido sumando para brindarles a los migrantes ayuda económica y hospedaje, así como tengo a mi familia.
-¿Cómo está la fe de los migrantes, ya que su camino no es fácil?
Esta primera familia era católica y yo, como acostumbro ir a misa en Schoenstatt, los invité. Querían tener una imagen de la Virgen de Guadalupe y una religiosa sacó de su bolsa una estampita de la Virgen y se la dio a la mamá, quien la guardó en la funda de su celular y aún la conserva. No fue fácil su camino porque los asaltaron, les quitaron sus cosas. Estando en la frontera pudieron librar una zona de narcos. Cuando los vi, solamente pensé que eran peregrinos y que yo tenía que ser Jesús para ellos. Si yo diario recibo a Jesús Eucaristía, entonces ese Jesús tengo que replicarlo en el amor al más necesitado.
-¿Y cómo llegaron los demás que has recibido?
Jesús, el papá venezolano al que acogí junto con su familia, me habló y me dijo: “Nacho, ¿puede recibir a una tía mía?”. Igual le dije que abriera una cuenta de banco para ella y ahí le ponía dinero para que comiera ella y algunas personas que la acompañaban. Llegó a la Ciudad de México y la comunidad Focolar de la capital las apoyó también. De ahí se fueron a la frontera y cruzaron a Estados Unidos. A ellas ya no tuve el gusto de conocerlas.
-¿Has recibido a un migrante de otro continente diferente al nuestro?
Recibí a un asiático, Pablo Su, un chino católico. También me lo mandaron de los Focolares. Una historia muy hermosa. Él me decía constantemente que nuestra historia era extraordinaria e irrepetible. Nos comunicamos con señas y con el traductor del teléfono. Llegó a mi casa y ha sido extraordinario, porque hemos vivido momentos maravillosos.
-¿Se convirtió en un buen compañero?
Como él sabía que iba todos los días a misa, me pidió ir también. Un día me dijo: “Oye, Nacho, en el tiempo que estoy contigo he aprendido más liturgia que en toda mi vida”. Él hacía la traducción del Evangelio a diario. Se quedó aquí y trajo a su familia a la que extrañaba tanto. El día que llegó su familia fueron a darle gracias a la Virgen de Schoenstatt y todos comulgaron ese día, excepto la chiquita de tres años. Para mí fue un regalo de Dios ver que unos peregrinos de China recibieran a Jesús. Ahorita, gracias a Dios, están bien y es otro capítulo cerrado en mi vida.
-¿Y ahora hay alguien más en tu casa?
Me llamó de Guatemala un amigo Focolar y me dijo: “Nacho, hemos sabido todas tus experiencias de vida, ¿te podemos preguntar si puedes recibir a unos inmigrantes de Venezuela que están muy mal? Es una chica, un joven y dos personas más. Están entrando a la frontera con México y te van a contactar”. Dije que sí, aunque ya había dicho que no iba a recibir más.
-¿Y qué pasó, los recibiste?
Se contactaron conmigo y, afortunadamente, a ellos los venía ayudando su familia. La chica de 15 años venía embarazada y en una situación delicada por el embarazo y la llevé con una amiga ginecóloga y le mandaron hacer estudios. Le practicaron un ultrasonido y fue el regalo más maravilloso que Dios me pudo hacer, porque vi en el ultrasonido al bebé y me estaban explicando todo, pero cuando empezó a sonar el corazón, lloré de alegría. Después de 30 días de viaje pudieron descansar y siguieron su camino. Cruzaron la frontera y el chico está trabajando y la chica está siendo atendida por médicos en Estados Unidos. Luego me habla la mamá de esta chica y me pregunta si pueden llegar a mi casa con una hermana y una sobrina. Llegaron, se hospedaron en mi casa, se quedaron unos días y siguieron su camino. La que se quedó fue la mamá porque no se quiere arriesgar.
-¿Te sientes satisfecho?
Yo nada más pongo las manos y el capital de Dios es el que llega a mis manos. Abro mis manos y recibo. La Providencia siempre me ayuda a través de amigos, gente que siempre ven lo que yo hago. Algunos me dicen que me voy a meter en un problema y yo les digo que no sé, pero que si Dios me pide recibir peregrinos, los voy a recibir. El Evangelio sin obras es letra muerta. Yo he tomado la cruz, pero no te imaginas cómo vivo diariamente el cielo en la tierra. Hace dos o tres años me detectaron cáncer de próstata y la semana pasada fui al médico y me dijo: “¡Pero qué le pasa, estoy sumamente contento porque el antígeno está en ceros! ¡No tiene nada!” Entonces lleva un año y medio en ceros. Me hicieron los estudios y todos los valores están dentro de lo normal. Tengo 76 años y la salud es gloria a Dios. Estoy con una salud, que ni mis hijos tienen…
Publicado en la edición semanal impresa de El Observador del 8 de octubre de 2023 No. 1473